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Cuando las empresas dañan el medio ambiente

En el marco de la agenda 2030, teniendo diez años de distancia para llegar al punto de no retorno que nos advirtió la ONU, los gobiernos, las empresas y los ciudadanos debemos comenzar a llevar vidas y modelos de producción más sostenibles y amigables con el medio ambiente. De no ser así, estamos condenados a vivir los consecuentes treinta años bajo las inclemencias del cambio climático.

 

En estas circunstancias es que se han señalado más notablemente bajo la mirada de todo lo público, los errores, las negligencias y las omisiones de las empresas que dañan al ambiente de una manera u otra. Se vuelve un escándalo de la opinión pública que una empresa derrame químicos a mar o al desierto, cosa que ni se cuidaba hace treinta, cincuenta, setenta años.

 

Por suerte, estamos tomando conciencia de ello y las acciones que se pueden tomar para evitar estos daños son variadas y abiertas a ser utilizadas por todos. Aquí exponemos dos: el mercado de bonos de carbono y los impuestos pugouvianos. Solamente para darnos una idea de las acciones que se pueden tomar desde las empresas y desde los gobiernos, en los tiempos en que toda responsabilidad está recayendo en la actividad individual del ciudadano promedio.

 

Bonos de carbono

 

Producto del Protocolo de Kioto, llevado a cabo en 1997 e implementado hasta 2005, surge el mercado de bonos de carbono, cuya finalidad es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para los proyectos empresariales y de la industria. La idea es darle un máximo de emisiones de carbono a cada empresa, y si esta lleva a cabo un proyecto en donde emitió menos toneladas de CO2, entonces es acreedora a más bonos que después podrá utilizar en otro proyecto.

Lo negativo de esto es que, como su nombre lo indica, es un mercado y como en todo mercado, el valor de las cosas se monetariza y posteriormente se busca la manera de lucro. Entonces las empresas comienzan a vender sus bonos a proyectos que van a emitir decenas de toneladas de CO2. O por otra parte, quienes fiscalizan, auditan y llevan control de esto, son empresas de la misma índole, en otras palabras, son juez y parte del proceso.

 

Impuestos pugouvianos.

 

Otra vía aplicable desde el gobierno, son los impuestos pugouvianos. Su nombre proviene del economista británico que los creó, Arthur Pugou. Estos impuestos son una herramienta económica para desincentivar las actividades contaminantes, esto con el objetivo de reducir las externalizados negativas de la actividad empresarial. Funciona así: una empresa contamina y provoca una externalidad negativa, pues daña el medio ambiente, un bien común en donde se desarrolla la vida de los demás. Entonces el Estado tiene la obligación de proteger este ambiente para que no se afecte al bienestar de la mayoría y promueva una vida armónica en sociedad. Así obliga al productor a asumir su coste: “el que contamina, paga”.

 

Ahí termina el fin del impuesto pugouviano, pero su verdadera historia continúa. Obliga al productor a invertir en tecnologías limpias y a investigar en este rubro. Además aumenta la recaudación fiscal desde una empresa y el Estado tendrá la obligación de redistribuir este ingreso por medio de programas o proyectos a los ciudadanos. Y se vuelve un círculo virtuoso.

 

De esta manera podremos entender que también las grandes acciones traen grandes beneficios y aportan en mayor medida en el cuidado al medio ambiente. La tarea es de gobierno, empresas y ciudadanos. Todos somos corresponsables.

 

Escrito por Francisco Vega Oviedo

 

 Estudiante de ciencias políticas