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Desde Santiago, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré departiendo la clásica comida de la festividad anual de un pueblito en la sierra norte de Puebla. Como cada año, las últimas semanas de Julio son la época en que muchos lugares en cuyo nombre se enuncia al apóstol Santiago celebran su fiesta patronal. A lo largo de la fiesta patronal se celebran bodas, XV años, comuniones, bautizos, confirmaciones y demás eventos que en aras de una tradición religiosa permiten que el tejido social y los vínculos entre los mismos habitantes se estrechen.

 

Ya he mencionado que las fiestas patronales tienen su faceta de dispendio pero también de unión e identidad colectiva. En esta ocasión ser parte de la ceremonia de primera comunión, departir los sagrados alimentos y el bendito pulque no sólo con mis anfitriones y ahijado sino también con sus amigos, entrar a distintos hogares y ser recibido con un vaso de pulque y acompañarlo con una buena plática son experiencias muy comunes en varios pueblitos así como infrecuentes en las grandes ciudades.

 

El tiempo olvida su tiranía y se torna generoso, el calor indeciso no sabe si parar o seguir y el viento sopla enérgicamente mientras uno hace la sobremesa en un patio con vocación de terraza y que hoy es testigo de muchas pláticas entre nuevos amigos y viejos compadres. Teniendo como telón de fondo cerros y casitas aisladas por amplias milpas secas, una mujer deja de platicar para comenzar a cantar; y con una potente voz inesperadamente nos deleita. Canta canciones que conocemos y otras que solamente su madre sabía y que le heredó junto con su bella voz…yo me encuentro asombrado y simplemente suscribo lo que alguien atinadamente describe como: “Una bella voz, perdida en un pueblo”.

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

 

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