Este tema del género se ha vuelto un boom últimamente para la sociedad y las organizaciones internacionales, tal vez porque ya se han dado cuenta de lo mucho que se necesita. El problema es que esto no se ha convertido en un verdadero diálogo sino en una confrontación de emociones y necesidades por tener la razón o  bien en la lucha de egos que las mujeres tanto critican del patriarcado.

Olvidamos la verdadera perspectiva que se toma en cualquier lucha por los derechos, la cual recae no en el género sino en el hecho de ser humanos y humanas (ejemplo de cómo la misma sintaxis sigue una pretenciosa inclusión a la que somos sometidas). La lucha de la mujer no trata de imponer posiciones y mandatos tanto a los hombres como entre nosotras mismas sino trata de reconocer nuestra humanidad y nuestro derecho básico a poder elegir, el cual se nos están arrebatando al decirnos cómo se debe ser como mujer: no enseñes tu escote, carga pesas, paga la cuenta, sé fría, supérate, sé autosuficiente y la lista de clichés feministas continúa de la mano con la confusión.

No se trata de llegar a un punto sino de la libertad de llegar al punto que se nos dé la gana y de tener los medios para llegar a él, es decir, no es lo mismo estar a dieta porque se quiere, que estar a dieta porque no hay para comer. En un mundo ideal, todos deberíamos de tener acceso a nuestras elecciones, sin ser juzgados por tenerlas, pero pareciera que en la lucha por la libertad, nos reprimimos los unos a los otros y terminamos hundidos en algo tan humano que, si bien no discrimina géneros, es muchas veces tan poco positivo como el tener un ego enorme.

Escrito por Maritza Salcido

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