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La humillación de servir

En México pareciera que servir está destinado para el llamado grupo de la servidumbre. Parece que servir más que ser un acto de generosidad hacia el otro, es un acto de servilismo para el que no tiene de otra y por el contrario, tener dinero es sinónimo de ser siempre servido y atendido. Pero es que trágicamente, al parecer, si se te da la gana, también puedes maltratar a quien te sirve porque el sistema está hecho para que no pase nada. Lo dramático es todo esto hacer que se vea casi como un derecho implícito de esta cultura.

La humildad, confundida con la jodidez, ha sido menospreciada a través de los siglos. Y por ello, la humildad, antítesis del ego, se ha convertido en una joya rara de encontrar, sobretodo porque implica dejar de lado toda pretensión, todo miedo y todo complejo. La humildad implica darse cuenta de una verdad que si bien es obvia, se mantiene oculta a la conciencia de la mayoría de nosotros. ¿Qué verdad es esta? La simplísima y evidente realidad de todos, es decir, que no somos perfectos.

Una vez que nos demos cuenta de lo imperfectos y por tanto carentes que somos, vendrá la vulnerabilidad y por lo tanto, llegará la empatía. Es a partir de la empatía que podremos voltear a ver al otro, lo cual tampoco es común hoy en día porque, seamos sinceros, ¿a cuántos les importa hacerlo? No es fácil. No es cómodo ni deseable. Sin embargo, es algo natural que viene con nuestra condición como humanos imperfectos y dependientes. Finalmente cuando seamos concientes de eso, podremos hacer uso de otra facultad humana, la libertad; de decidir si dentro de este mundo, queremos servir o ser servidos.

Escrito por Maritza Salcido