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Desde el Anivdelarev, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré hojeando uno de los cuatro tomos de la colección Historia Gráfica de la Revolución. Mi abuelo fue un hombre al que le gustaban mucho los libros, su preparación académica no superaba la preparatoria y sin embargo su cultura, su agilidad mental y su gusto por la lectura eran ejemplares. Mi abuelo fue el complemento perfecto para mi abuela, una mujer brillante, tenaz, en pocas palabras, la antítesis del conformismo. Amén de tener sueldo de burócratas –por ende raquítico- y dos hijos pequeños, mi abuelo y mi abuela siempre buscaron que en casa hubiera libros. Una vieja enciclopedia y una colección con muchas fotos de la Revolución Mexicana son los libros que ellos me heredaron –o bien que yo me apropie unilateralmente–, ups.

 

A unos días de conmemorar el inicio de la Revolución Mexicana de 1910 me surge la curiosidad de hojear aquellas páginas amarillentas, con fotos en blanco y negro que retratan a aquellos pocos ángeles y muchos demonios que indistintamente nombramos héroes o asesinos. El mercenario Pascual Orozco, el usurpador Huerta –El chacal-, el increíble Obregón, el arisco Zapata, el crédulo Madero y el patriota Villa por mencionar sólo algunos son personajes que desde pequeño mi abuelo se encargó de presentármelos con familiaridad. Ya con la edad suficiente pude acercarme a obras como Hacia el Nuevo Estado de Medina Peña; La Revolución que vino del Norte de Aguilar Camín; Ayer en México: Una crónica de la Revolución 1919-1936 de Dulles; La Guerra Secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana de Katz, y La Sombra del Caudillo de Guzmán por mencionar sólo algunas. Por cierto, las recomiendo ampliamente.

 

Hoy está de moda echar abajo los mitos nacionales o bien restarles importancia. Hace poco escuché que nuevos estudios sustentan que no es verdad que un millón de mexicanos hayan muerto en la Revolución Mexicana; que la población era tan poca que la cifra seguramente es menor. La nota parecía tener la intención de minimizar lo que llamamos Revolución en aras de calificarlo como uno de tantos levantamientos armados por los que ha pasado este país. Considero que independientemente de que hayan sido 100 o 10 millones de personas las que fallecieron en la lucha armada, lo sustantivo de la Revolución Mexicana es que fue una guerra fratricida que convulsionó la vida nacional por más de una década y cuyos efectos se dejarían sentir hasta ya bien entrado el siglo XX. Una cosa es esclarecer nuestra historia nacional y otra cosa es demeritarla, ¿Cuántos de nuestros abuelos o bisabuelos no rememoraban la Revolución a tal grado de volverse un símbolo no sólo de identidad sino de profunda reflexión dadas las masacres, hambrunas y huérfanos que dejó tras de sí? Mis abuelos me heredaron un tesoro y varios libros que me acompañan en mi personal Revolución. Quizá tengamos que remover nuestros libreros y cajones para buscar aquello que nuestros viejos y revolucionarios abuelos dejaron para guiarnos en tiempos en los que el gobierno no sirve a la justicia social.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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