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Desde el autocinema, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré sorpresivamente, viendo una película dentro de mi auto. El concepto de autocinema también conocido como, drive in movie, tuvo su auge en la sociedad estadounidense de consumo en la segunda mitad del siglo pasado. En varias películas hollywoodenses de época los autocinemas son escenarios recurrentes y socorridos. Dichos espacios tienen un asidero tal, que hasta el intro de la caricatura de Los Picapiedra (The Flintstones) de los años sesenta del siglo pasado incluye una visita de Pedro y familia al autocinema.

 

Tengo la impresión de que en nuestro país el autocinema sólo tuvo penetración en las grandes ciudades. En todo caso en la Ciudad de México los autocinemas de Lomas, Satélite, Del Valle Lindavista, eran de los sitios más populares para aquellos que querían ver películas a color y con un sonido inigualable. Me gusta imaginar a las extensas y numerosas familias de antaño subidas en algún clásico de la época. Pienso en esos bellos y robustos autos clásicos de lámina, con asientos corridos y volantes de hueso entrando y acomodándose alrededor de la cabina de proyección en amplios espacios abiertos justo frente a la enorme pantalla. Debió haber sido toda una experiencia.

 

Con la llegada de las salas de cine y la democratización de los televisores, los autocinemas poco a poco fueron perdiendo su uso familiar para terminar siendo ese rincón escondido de esparcimiento, incluso romance, juvenil. Al final del siglo pasado ya no existían autocinemas en la Ciudad de México.

 

Recientemente me sorprendió saber que en la Zona Metropolitana del Valle de México existen cuatro autocinemas en activo; uno de ellos incluso lleva 9 años de operación. Entiendo que partir de la actual emergencia sanitaria el público en general entiende al auto como una burbuja y/o protección frente al Covid-19 y que los cinéfilos más aventurados han trocado la sala de cine por el autocinema en aras de no perder su hábito, su pasión. La ambientación de setentera, el servicio al auto y la singular forma de comer en autos que distan mucho de las lanchas de lámina del siglo pasado hacen que este tipo de lugares adquieran no sólo un sabor nostálgico sino que por sí mismos logran crear una impronta en aquellos que los estamos descubriendo independientemente de nuestra edad. No fue fortuito que la película en turno fuera Vaselina (1978).

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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