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Desde el cuarto de los Sánchez, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré repasando las hojas de tres viejos conocidos. En la entrega del viernes pasado hablé sobre la casa de la Mema, ese lugar tan singular como efímero que vive ahora en las páginas que dejó escritas Annick Prieur. En esta ocasión, y para cerrar la trilogía de viejos conocidos terminaré con Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis. El texto de mediados del siglo pasado tiene una historia de conflictos que escalaron hasta la relación internacional México-Estados Unidos. Pero me centraré en la historia más que en las consecuencias políticas.

 

El texto es la recopilación de las entrevistas que Lewis realizó a una familia que vivía en una vecindad a 10 minutos del Zócalo de la Ciudad de México. Jesús Sánchez es el patriarca quién dirige, mantiene, decide y a veces hasta fuerza la vida de sus varios hijos entre los que destacan Manuel, Roberto, Consuelo y Marta –aunque hay muchos más hijos no reconocidos.  Es curioso ver cómo desde hace más de 70 años problemas como la migración laboral, la violencia de pareja, el hacinamiento, el matrimonio a corta edad, la procreación irresponsable y el abandono infantil son referenciados de una manera tan actual que no parece que haya tantas décadas de por medio.

 

Lewis desarrolla un concepto central en su texto, la llamada Cultura de la pobreza que me permito transcribir:

 

Entre las características sociales y psicológicas se incluyen habitar viviendas en cuartos llenos de gente, falta de privacidad, carácter sociable, alta incidencia de alcoholismo, uso frecuente de la violencia para enseñar a los niños y niñas, golpes a las esposas, iniciación sexual temprana, uniones libres o matrimonios consensuales, incidencia relativamente de madres e hijos abandonados, tendencia a familias que se centran en las madres y en las que se conoce mejor a los parientes del lado materno, predominio de familia nuclear, fuerte predisposición al autoritarismo y un gran énfasis en la solidaridad familiar (ideal que en pocas ocasiones se cumple). Otras características incluyen una fuerte orientación al tiempo que presente con relativamente poca capacidad para diferir la gratificación o sin planes para el futuro, un sentido de resignación y fatalismo que se basa en las realidades de su difícil situación vital, la creencia en la superioridad del hombre, que se cristaliza en el machismo o el culto a la masculinidad, un correspondiente complejo de mártires entre las mujeres y, finalmente, tolerancia alta a la patología psicológica de cualquier tipo.

 

Lewis construye una definición de pobreza que va más allá del ingreso económico y que a la larga pone de relieve lo que Comte -200 años atrás- denominó el estado teológico en oposición al estado científico o positivo. Lo que me asombra de la obra de Lewis es que tristemente en ciertos entornos de nuestro México no es una ventana al pasado, sino un espejo del presente.

 

No puedo dejar de traer a colación el reciente caso en dónde una Senadora de la República, al realizar un foro[1] relativo al COVID-19 prefirió invitar al ¿ufologo? Jaime Maussan y al creador de un producto-milagro que ¿cura? el Covid-19 en vez de a especialistas formados en los postulados de la ciencia actual capaces de explicarnos el cómo, el cuándo y el qué de las distintas vacunas que se están desarrollando en el mundo.

 

Este hecho me recordó lo que Lewis referenció cuando Jesús Sánchez decide atenderse una hernia con una bruja en vez de con un médico. La bruja le cobraba una tarifa elevada y aparte, para verla había que ir de la Ciudad de México a Hidalgo. A la larga Jesús Sánchez se dio cuenta de la estafa y de la pérdida de tiempo y dinero que implicaba ir con dicha persona. El ver ocurrencias cómo aquella de la tristemente célebre Senadora no tiene para mi otra explicación que la cultura de la pobreza llevada a su máxima expresión, es decir a un principio de vida que mentalmente dirige ya no sólo nuestro actuar privado –cada quién es libre de acudir a su chamán favorito o comprar su producto-milagro preferido.

 

El problema radica cuando usamos instituciones, cuando usamos una alta envestidura para hacer evidente nuestro pobre juicio crítico, nuestra ausencia de cultura, nuestra pobreza analítica a pesar de más de 100 mil muertos…y contando.

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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[1] https://es-us.noticias.yahoo.com/la-pifia-en-el-senado-causada-por-una-medicina-milagro-impulsada-por-una-senadora-de-morena-020851375.html