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Desde el cubil felino, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré con la colección en dvd de una serie animada de la década de los ochenta. Como miembro de una generación que a diferencia de las precedentes veía al televisor como un mueble más de casa en vez de una novedad, tuve la oportunidad de conocer muchas de las caricaturas que hoy son consideradas clásicas o de época.  Conforme ha pasado el tiempo me he percatado que el minimalismo y la simplicidad con que hoy se elaboran los “dibujos animados” no le piden nada a la delicadeza y cuidado de los dibujos de hace algunas décadas. Los trazos y las historias burdas de series actuales poco o nada tienen que ver con las tramas, la calidad y el cuidado de dibujos animados que acompañarían la infancia de varias generaciones.

 

En particular la Los Thundercats fue una serie de mediados de los años ochenta que me encantaba. Hasta ahora soy consciente que dicha caricatura tenía los dardos bien puestos en inculcar determinados comportamientos y buenos hábitos en los infantes que la veían. Conforme he ido observando críticamente algunos episodios he visto la importancia que se le da a conceptos como lealtad, amistad, valor, y demás conceptos que es difícil encontrar en dibujos animados actuales sin otro fin más que el entretenimiento y la venta de mercancía. Incluso al final de cada capítulo, en los créditos se menciona la asesoría psicológica de un especialista para con las distintas tramas a lo largo de los capítulos de la serie. Las fans más radicales han hecho el cálculo que cada capítulo de las cuatro temporadas originales tuvo un costo de $558,000 USD por lo que es evidente que la producción y el cuidado en muchos aspectos de dicha serie fue un compromiso real de parte de la Pacific Animation Corporation –la hoy extinta casa productora.

 

Desde hace varios años, casi desde que ingresé a la docencia, al momento de hablar sobre ver más allá de lo obvio siempre hago alusión a uno de los estribillos que cotidianamente el protagonista León-O decía en cada capítulo: “Espada del Augurio déjame ver más allá de lo evidente”. Antes de hablar de un enfoque constructivista de la realidad, antes de distinguir el mundo natural de la realidad humano-social de acuerdo con Karel Kosik siempre busco apelar a principios básicos, incluso pueriles. Es ahí donde los Thundercats se encuentran -brevemente- con mi pedagogía.

 

A la luz de los años y en una holgada tarde de televisión, incluso encuentro tintes de la función moralizadora que Hegel le exigía al arte para ser considerado como tal en algunos breves trazos de la que fue la serie de mi infancia. Mientras más me asombro con recordar y comprender el mensaje de dicha serie no puedo evitar preguntarme si la actual generación podrá decir, con el tiempo, algo similar de sus presentes dibujos animados.

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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