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Desde el ¿fin? de la Cuarentena, viajero

Al tiempo de caminar por la vida y tras 11 semanas de cuarentena, me encontré al igual que millones de personas en todo el mundo en aislamiento físico. La cuarentena, que para algunos fue obligatoria, para otros opcional y para otros tantos una mera anécdota demostró que el país es un mosaico no sólo de idiosincrasias sino de distintas formas de justificar la desobediencia ante las más básicas reglas encaminadas a cuidar la salud de todos nosotros. El tiempo poco a poco nos dará a conocer el saldo no sólo de víctimas mortales sino también de clínicas quemadas, de personal de salud agredido, de comercios saqueados, de fiestas clandestinas en plena pandemia. Todo lo anterior cortesía de ¿ciudadanos? que tienen el mismo derecho de vivir que usted y yo.

 

Es interesante ver cómo los datos de movilidad reflejan cómo en la Zona Metropolitana del Valle de México, a partir del 10 mayo, el periodo de aislamiento social se fue relajando. Es decir, las personas –por distintos motivos- empezaron a salir de sus casas amén de las sugerencias de la ¿autoridad? de no hacerlo. Al final de la segunda semana de junio muchos actúan como si la epidemia ya hubiera acabado, las calles se vuelven a llenar de autos, poco a poco el transporte público se llena de individuos con distintos estilos de portar el cubrebocas –aunque sólo existe una única forma de portarlo correctamente. Los filtros sanitarios parecen implementarse más por una cuestión ornamental que por una convicción con la salud pública. El argumento de la reactivación económica, amén de no ser el mismo para modestos comerciantes que viven al día y que precisan de reiniciar actividades parece valer lo mismo para empresas y clubes de futbol que ponderan la ganancia por sobre la precaución. Me causa preocupación que en un país que en una semana ha roto tres veces el record de contagios diarios las salas de cine se reabrirán la próxima semana con la anuencia gubernamental.

 

Me gusta pensar que caretas y cubrebocas son temporales, que volveremos a apreciar aquellas miradas y gestos nítidos –sin filtro- a los que George Simmel les atribuía toral importancia. Sin embargo, entiendo que la emergencia no ha terminado, que la precaución no debe cesar, que aquellos cuyas circunstancias particulares se los permitan deben seguir con el aislamiento físico. Entiendo que apenas estamos en el inicio de las afectaciones ya no sanitarias sino sociales y económicas que acompañan a toda pandemia. En fin, me gustaría decir que hemos salido de la pandemia, pero entiendo que la emergencia no ha terminado pese a las mentiras con que nos quieran convencer al invitarnos a entrar en la “nueva normalidad”. ¿Mi argumento? El sentido común…y las esquelas que día con día llegan a mi correo institucional.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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