Al tiempo de caminar por la vida, me encontré en la planta de composta del Instituto Politécnico Nacional campus Zacatenco. El tema de los residuos sólidos urbanos y de qué hacer con ellos es una problemática cada vez más frecuente en las urbes. Recuerdo que hace pocos años el gobierno de la Ciudad de México pasó por un momento complicado debido a que el Bordo de Xochiaca finalizó sus operaciones como el principal tiradero de residuos de la urbe. Es decir no había un lugar concreto al cual llevar las miles de toneladas diarias de basura que genera la Ciudad de México. Se estima que al final de su vida útil por cada metro cuadrado había 16 toneladas de basura*.
Pocas veces somos conscientes del lugar en el que terminan todos aquellos empaques, productos y hasta comida una vez que están arriba del camión del servicio de limpia. En particular los residuos orgánicos cuando no terminan aglomerados en algún tiradero sea clandestino sea legal tienen el potencial para formar composta. Sin entrar en detallados tecnicismos la composta es el producto que resulta de la combinación –y oxidación- de distintos elementos orgánicos. Así, residuos caseros, de jardinería y hasta uno que otro cadáver de mascota son el insumo ideal para formar la composta que servirá como abono –superior a muchos fertilizantes químicos- e incluso como una forma de recuperar suelo erosionado –un gran reto técnico de nuestra era.
En la modesta pero muy eficiente planta de composta del IPN trabaja la Bióloga Judith L. quien es una experta y apasionada de la composta al grado de que la calidad de la ya mencionada composta tiene estándares tan altos que distintas instituciones tanto públicas como privadas acuden a por grandes volúmenes de la misma. Platicar con la bióloga Judith es recibir cátedra sobre oxidación, nitrógeno, fósforo y cómo obtener la mejor composta. En las modestas instalaciones a cielo abierto ella coordina un grupo de trabajadores que con un solo bobcat y mucho músculo voltean continuamente montículos de no menos de tres metros de alto por nueve metros de largo. Como dije sólo hay un bobcat por lo que generalmente todo el trabajo es manual, realizado por trabajadores que con el paso del tiempo han aprendido –gracias a Judith- los tiempos, las proporciones y las condiciones necesarias para lograr la alta calidad que distingue su composta.
Al final de la visita y tras un recorrido muy instructivo las palabras de la experta resuenan en mi cabeza en especial aquellas que advierten del uso nada aconsejable de plásticos y aquellas sobre la importancia de no desperdiciar tanta comida y servirnos sólo lo que nos vamos a comer en tanto que mucho de lo que llega a la planta son residuos de comedores. Por último la experta nos menciona que en su momento Xochiaca tenía muchísimo potencial para hacer composta pero por razones opacas eso no llego a ser…pero esa es otra historia.
Baste por ahora con recordar la enorme importancia de la separación de residuos desde nuestro íntimo hogar.
* Bordo de Xochiaca, la basura que se convirtió en una ciudad. Disponible en: https://fundacioncarlosslim.org/borde-xochiaca-la-basura-se-convirtio-una-ciudad/
Escrito por Erick Aguilar
Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido