Al tiempo de caminar por la vida, me encontré desvelándome al seguir las elecciones de nuestro vecino del norte. Hace 4 años al saber los resultados de la elección de uno de los patanes con poder más famosos del orbe no pude evitar sentirme desconcertado. Esta vez, tras una inicial decepción al ver que dicho patán aún es competitivo en muchos estados poco a poco me fui serenando al ver como Joe Biden se mantenía a la cabeza del conteo de votos general.
Respecto a los primeros discursos post-electorales se ve un Biden tranquilo diciendo que van por buen camino, del otro lado un singularmente parco Trump sale a cuadro a las 2 am del miércoles 4 de noviembre a declararse ganador y sin embargo adelanta que iniciaran procesos judiciales para “combatir el fraude” que se le ha hecho. Las horas avanzan los tuitazos censurados del mentiroso crónico de Trump se hacen noticia y yo me voy a dormir. Los días pasan, el conteo se estanca en 264 delegados del colegio electoral para Biden y 214 para el loco que jamás debió haber llegado a la presidencia. En Nevada –el estado que posiblemente le dará el triunfo a Biden- han declarado que quizá sega el conteo hasta el fin de semana. Por otra parte el jueves en la noche, a dos días de las elecciones Trump transmite un mensaje en vivo que muchas cadenas de televisión incluyendo su aliada Fox interrumpen bajo el argumento de que las afirmaciones “no se basan en la realidad y, en este momento son peligrosas”. Así, mientras un loco se queda solo desgañitándose al grito de “No perdí, me robaron la elección”, yo veo cómo la democracia estadounidense se mexicaniza.
Quizá no falte mucho para que veamos un voto x voto, casilla por casilla versión USA. Lo que sí es real es que seremos testigos de lo que el periodista Anderson Cooper definió como “Trump se dio cuenta de que su tiempo se acabó, pero no lo ha aceptado y quiere arrastrar a todos con él, incluyendo este país”. Ahora bien, con respecto a aquellos que votaron por Trump después de 4 años de evidente incapacidad política y chovinismo merecen especial atención los latinos, aquellos que en un afán masoquista o bajo los efectos del síndrome de doña Florinda –sí, la del chavo del 8- siguen avalando por medio del voto a quién no dudaría ni un segundo en acabar con su sueño americano, sea deportándolos sea creando las condiciones sociales para marginarlos, acosarlos e incluso agredirlos físicamente…pero esa es otra historia.
Escrito por Erick Aguilar
Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido
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