Al tiempo de caminar por la vida, me encontré en Tierra Santa compartiendo la fe de varias personas. Algunos en peregrinación, otros en Ramadán, unos cuantos elegidos en oración y muchos tantos -de los cuales el que escribe forma parte- en curiosidad. Pocas veces se tiene la oportunidad de caminar por ciudades que llevan mas de 2 mil años siendo urbe. Pocas veces se tiene la oportunidad de sentir la paz de una inminente tensión gestada por las más hondas y arraigadas creencias. Pocas veces se tiene la oportunidad de indignarse por la injusta dominación capitalista-territorial y a la vez sobrecogerse por la profunda espiritualidad del libro.
El entorno es sensacional por la mezcla de tradición milenaria y souvenirs de «a seis por un dólar». Sitios icónicos de matanzas pero también de redención…incluso de milagrosa locura. Jerusalem es un pueblo de todos y para todos, no importa lo que digan los sionistas, esta ciudad se ha ganado por derecho de sangre formar parte de cada uno de nosotros.
Y es que probablemente cada uno de nosotros llevemos una Jerusalem dentro de nosotros mismos, una ciudad tres veces santa: Santa por primera vez en tanto que debemos valorar lo que somos; santa por segunda vez al valorar lo que somos para los demás y santa por tercera vez al preconizar quiénes deseamos ser. Es fácil darse por vencido ante la gran responsabilidad que implica valorarnos como entes tres veces santos, Jerusalem lleva no menos de mil años tratando…pero no deja de intentarlo.
Escrito por Erick Aguilar
Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido
Editado para Resilientemagazine.com