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Desde la Cuarentena 3ª parte, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré al igual que millones de personas en todo el mundo en cuarentena. Durante muchos años hubo una frase pregonada por la tristemente célebre, Margaret Thatcher “No existen sociedades, sólo existen individuos…” A partir de adentrarme en su biografía intento entender qué pasaba por la cabeza de la que fue la Primera Ministra de Reino Unido de 1979 a 1990. Entiendo que los excesos y abuso de los sindicatos bretones de ese entonces, una economía cada vez más en picada, el vecino lobo detrás de la cortina de hierro y la clásica incertidumbre de la transición generacional fueron el telón de fondo de esos tiempos tan particulares.

 

Y es que los antecesores en el cargo de la llamada Dama de Hierro también aportan su parte explicativa para comprender el fenómeno de Maggie: La debilidad política de un Edward Heath (1970-1974) -cristalizada con su famosa U-Turn (vuelta en U)-; la mínima ventaja electoral del laborista Harold Wilson (1974-1976) y la decepción popular de un James Callaghan (1976-1979) sirvieron para subrayar el liderazgo y magnetismo que emanaban de una modesta química egresada de Oxford.

 

La señora abiertamente declaraba que su intención no era solamente el cambio de un modelo económico sino el cambio de una mentalidad. Sabía que eso llevaría tiempo y por lo mismo, a pesar de la evidencia empírica, a pesar de la falta de resultados en sus políticas ella nunca cambió su dirección. Es poco discutible que ante el fracaso de sus políticas haya sido el triunfo en la guerra de las Malvinas lo que verdaderamente la mantuvo en el puesto. El thatcherismo en Europa y Reagan del otro lado del Atlántico formaron una mezcla ideológica que cambió el destino del Estado a finales del último siglo. Groseramente resumo que la tesis era adelgazar a ese obstáculo del libre mercado, del progreso y por ende de la libertad humana llamado Estado.

 

Hoy ante la actual pandemia se hace evidente el primordial papel que tiene el Estado para, literalmente, salvarnos del caos. Hoy se apela al control de fronteras, al control de la movilidad de individuos y demás atributos que sólo pueden gestarse en el quehacer de un Estado. Hoy la ciencia médica, para hacer extensivas sus directrices de manejo apela a la autoridad legítima –y presupuesto- del Estado. En pocas palabras hoy se hace evidente el vínculo inextricable pero sólido entre sociedad e individuo. No importando lo que haya dicho Thatcher.

 

La señora Thatcher terminó sus días en un asilo para ancianos. Viuda desde 2003, aquejada de demencia senil desde el año 2000, Maggie murió un 8 de abril de 2013. El anecdotario cuenta que al enterarse de su muerte muchos ciudadanos británicos que aún recordaban los recortes sociales de Thatcher, específicamente el que canceló la leche gratuita en escuelas públicas –y que le valió el apodo de Margaret Thatcher, Milk Snatcher (ladrona de leche)- salieron a la calle a bailar de gusto.

 

Hoy, en la segunda semana de haber iniciado una cuarentena endeblemente procurada por un gobierno que por mucho tiempo tomó a juego la actual contingencia sanitaria de orden mundial, veo cómo iniciamos la fase de la curva epidémica donde casos confirmados y muertes se disparan y no puedo evitar preguntarme, ¿qué apodo le regalará la historia a quien imbécilmente prefiere saludar a la madre de uno de los más grandes narcotraficantes que asumir su deber de gobernante ante la actual pandemia? Se aceptan sugerencias.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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