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Desde la Cuarentena 6ª parte, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré al igual que millones de personas en todo el mundo en cuarentena. Siempre he creído en la capacidad que la risa a carcajadas, el enojo furibundo o el llanto más desgañitado tienen para permitirnos conocer realmente a una persona. Pocos son capaces de contener aquello que verdaderamente los destartala de risa, aquello que los enfurece o les llena de lágrimas los ojos. Son las reacciones espontáneas la referencia más confiable de cada uno de nosotros, aún a pesar de nosotros mismos y de nuestra autocensura.

 

En estos días tan particulares me topé con la columna de un escritor y cuasi-tocayo. La columna incluía unas líneas relativas a cómo el actual periodo de cuarentena revela e incluso potencia nuestra personalidad:

 

“El obsesivo con el orden nos puso a todos a ordenar el armario; quien tomaba medicamentos para la depresión, ahora los receta al límite de la imposición; el que antes escuchaba poco, ahora no lo hace nada; quien tenía tendencia a hacerse la víctima, por estos días habla de sí mismo como si fuera el único ser amenazado del planeta. Algo tiene el coronavirus que, mientras avanza, arranca los disfraces sicológicos de nuestra especie.”[1]

 

En efecto, las situaciones límite generan en el animal racional llamado ser humano un algo que hace que lo animal, o en el mejor de los casos lo racional, prevalezca por sobre su contraparte. Si bien a lo largo de la historia las grandes hecatombes y/o desgracias humanas nos han mostrado que de un día para otro podemos pasar de ser ciudadanos decentes a volvernos antropófagos; y que podemos trocar nuestros valores al grado de robar y abusar de gente más débil que nosotros en aras de sobrevivir, también es cierto que la caridad, que la solidaridad, la cooperación y la empatía son los rasgos de humanos superiores que han salvado la civilización, son la marca de fábrica de aquellos que mantienen la dignidad del espíritu humano pese a toda desgracia.

 

Estos días han traído consigo toda una antología de tipos de seres humanos, desde los multimillonarios que se aíslan en algún hotel o isla privada; los médicos jubilados que regresan a atender enfermos de Covid19 pese a formar parte de la población de riesgo; los científicos que abren sus resultados de investigación al mundo para llegar lo antes posible a una vacuna vía cooperación internacional; hasta los deudos que deben amortajar por sus propios medios a sus muertos ante la sobresaturación de servicios forenses. Y muy íntimamente, escondidos en las cuatro paredes de nuestros hogares y casi inadvertidamente estos días también nos han traído una versión cada vez menos censurada de aquellos con quienes vivimos –incluido nosotros mismos. Si consideramos que la personalidad remite a una o varias máscaras podemos adelantar que quizá esa máscara es muy pesada como para traerla colgada durante toda la cuarentena, ergo, empieza a caer de nuestro rostro mientras barremos la casa, mientras hacemos una videoconferencia, mientras conectamos el nuevo filtro de agua, mientras nos preparamos para ir al médico, mientras escuchamos Guns N´Roses o mientras bebemos mezcal y leemos algún pasaje feliz de la Impaciencia del Corazón de Zweig.

 

El fin de semana pasado, con unas vendas de yeso se me ocurrió volver a hacer una máscara neutra, justo como la que tenía en mis tiempos de estudiante de teatro bajo la tutela del viejo Raúl Farrell. El ejercicio aparte de divertido y algo sucio, por el agua y el yeso que se desprende, fue terapéutico. Ahora, cada que paso por la sala veo un rostro de yeso cuyo molde fue mi cara y que pese a ello me es difícil reconocer como mi propio rostro. Sus huecos a la altura de los ojos me recuerdan que a diario voy a conocer algo nuevo no sólo de mí sino de quienes me acompañan en ésta cuarentena.

 

Somos afortunados al tener la oportunidad de conocernos a nosotros mismos y a quienes nos rodean cercanamente… aunque sea de una forma nunca antes prevista.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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[1] Raphael, R. (2020, 20 abril) La pandemia que popularizó el striptease. En El Universal. Disponible en: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/ricardo-raphael/la-pandemia-que-popularizo-el-striptease