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Desde la fría pantalla, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré asombrado con el nuevo regreso a clases. No hay duda de que gran parte de nuestra infancia la pasamos en el colegio, entre bancas, recreos, tareas y festivales. Ya sea pública o privada la escuela primaria nos formó –y deformó- para el resto de nuestra vida. La forma en que aprendimos a hacer amigos, a competir por un lugar en la escolta, a callar las travesuras propias y ajenas e incluso a soportar las injusticias de algunos legos que se hacían llamar “maestros” es la semilla de los hombres y mujeres que hoy somos.

 

No soy experto en pedagogía, mucho menos me considero un letrado en didáctica sin embargo hoy sé que a nuestros niños se les adeuda algo muy importante, algo fundamental. Más allá de hablar de las inequidades entre los que pueden acceder a los medios para tomar clases a distancia, más allá de hablar del abandono institucional hacia los pueblos indígenas que carecerán de programas en su lengua, más allá de hablar del inverosímil argumento de que todo niño mexicano está en condiciones plenas para tomar clases a distancia, enviar por mail las actividades a su profesor y asistir a clases virtuales; simplemente diré que a nuestros niños se les adeuda estar juntos, en su mundo de vida llamado escuela, entre sus pares, con sus maestros, con sus juegos y problemas infantiles, con sus libros y cuadernos. Era la socialización escolar lo que salvaba al sistema de educación nacional de ser un fracaso tras lustros de ser el último país de la OCDE en aprovechamiento escolar.

 

El incipiente termino de “la generación de la pandemia” cargará sobre sí una realidad no sólo de infantes que enfrentaron una emergencia sanitaria global o una carestía económica de antología, también implicará serias lagunas formativas en aspectos de socialización en edades tempranas. No soy ni deseo ser un agorero pero por más que lo intento no puedo encontrar un buen augurio cada que veo escuelas cerradas y niños pequeños con media cara cubierta por una mascarilla con estampado de “My Little pony”. Siento pesar por quienes esta semana iniciaron su ciclo escolar con un frio mensaje que desde la pantalla de la laptop les decía “Esperando ser admitido por el anfitrión” en vez de sintiendo los nervios de ver caras nuevas entre el barullo y caos de un salón de clases oliendo a limpiador de pisos un lunes a las 7 am.

 

Escrito por Erick Aguilar

Doctor en Investigación en Ciencias Sociales, aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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