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Desde la trágica negligencia, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré estupefacto viendo las imágenes del terrible derrumbe de la estructura de la línea 12 del metro. El pasado lunes 3 de mayo, en la zona oriente de la Ciudad de México, cerca de las 22.30 hrs entre las estaciones Olivo y Tezonco una de las llamadas “ballenas” –trabes prefabricadas de concreto- se venció mientras pasaba el convoy de vagones de metro. La escena fue irreal: dos carros del metro quedaron colgando en el vacío formando una macabra V de color naranja. El caos cundió y al día de hoy la cifra oficial de muertos es de 25 personas –entre ellas un menor de edad- y más de 70 heridos, entre ellos una niña de 15 años que ha quedado paralítica.

 

El metro de la Ciudad de México transporta al mes a poco más de 40 millones de personas. Con sus distintas líneas, icónicas estaciones y transbordos se ha vuelto uno de los lugares más emblemáticos de la urbe. Todos en algún punto hemos esperado “debajo del reloj” o “en los torniquetes” de alguna de sus 195 estaciones. La diversidad de lugares por los que pasa el metro es muy variada, el gusano naranja enlaza a la populosa zona oriente con la exclusiva zona de Polanco, a las distintas terminales de autobuses con varias sedes universitarias. El metro de la Ciudad de México hace que metros de ciudades como Buenos Aires o Madrid parezcan de juguete. Trenes y circuitos reducidos a escala sea por la cantidad de personas que mueven sea por los recorridos tan cortos semejan una versión junior del metro de la Ciudad de México.

 

Hoy varios nombran accidente al fatídico sucedo del lunes. Yo lo llamo negligencia en tanto sucedió en una línea que desde su inauguración en 2012 presentó anomalías como el haber costado casi el doble de lo inicialmente presupuestado. Aún recuerdo que cuando me subí por primera vez, en la curva entre la estación San Andrés Tomatlán y Lomas Estrella se escuchaba un grave ruido producido por el indebido rodamiento de ejes incompatibles con las vías instaladas. El sonido de la corrupción solía llamarlo. En 2014 la línea se cerró varios meses por cuestiones de mantenimiento, algo inédito jamás visto en las otras líneas del metro. Para 2017, tras el sismo y después de varias indagatorias sobre los malos manejos en la construcción y operación de la línea, varios vecinos denunciaron afectaciones en la estructura correspondiente a los tramos de la Avenida Tláhuac. Como se pudo atestiguar el lunes pasado la autoridad no hizo lo propio y su omisión y negligencia costó 25 vidas y más de 70 heridos.

 

Hoy no se sabe qué va a pasar. Hoy las responsabilidades y los responsables son evidentes para los que tenemos un mínimo de memoria histórica. Hoy “los gobiernos neoliberales del pasado” no son el estribillo que se grita a manera de respuesta y justificación de la desgracia desde el vergonzoso púlpito de Palacio Nacional. Hoy 500 mil personas que hacían uso diario de la línea 12 para llegar a sus destinos no saben qué van a hacer si no tienen el dinero suficiente para pagar elevados costos de transporte. Hoy me causa tristeza que todos aquellos que usamos un transporte público debamos agregar una preocupación más a nuestro rosario diario de Ojalás… ”Ojalá que hoy no me asalten, ojalá que hoy no choque el micro, ojalá que no me manoseen, ojalá que el poli no me siembre nada, ojalá que no me saquen la cartera,  ojalá que el metro no se caiga…”

 

Mientras tanto un exlíder de oposición devenido en presidente sigue predicando una irracional austeridad hacia temas y problemas de alta prioridad mientras defiende y fondea sus llamados “programas sociales” que en poco o nada solucionan de fondo el fenómeno de la pobreza. Pero ¿desde cuándo la superación de la pobreza ha sido un tema que importe? …y menos en temporada electoral.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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