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Desde las Grutas de Cacahuamilpa, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré alumbrando mis pasos en uno de los lugares más increíbles no sólo de México sino el mundo entero. Las imponentes grutas de Cacahuamilpa son formaciones de más de hace 80 millones de años -valga recordar que los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años- que muestran lo que  el agua,  las rocas y principalmente el tiempo pueden llegar a construir de manera natural.  La amplia gama de formas, tamaños, texturas y patrones son por sí solas inmensamente bellas, por lo que esta de más buscar parecidos con animales, personas u objetos, aunque muchos se siguen esforzando por identificar formas comunes –un animal, un torso, una mano- en algo tan único.

 

Hay un principio psicológico detrás de la acción de siempre buscar relacionar lo nuevo, lo desconocido con información previa, con experiencias anteriormente vividas. Lo anterior es un mecanismo que el ser humano ha desarrollado con el fin de controlar y disminuir la angustia inherente a lo desconocido; y con el fin de disminuir el inmenso trabajo mental que implica procesar el enorme torbellino de información que una nueva y desconocida situación/realidad supone. El peligro de tal mecanismo radica en no ser capaz de apreciar/enfrentar la verdadera novedad en tanto se busca constantemente encontrar, incluso forzar, el pasado como una especie de mecánico determinismo. Es decir, relacionar continuamente el presente con lo que hemos vivido nos mete en un ciclo que sirve para todo, menos para apreciar y disfrutar aquello que no conocemos.

 

Como ejemplo de lo anterior están las grutas, en donde a partir de jamás haber visto algo tan increíble, las personas buscan continuamente asociar las maravillosas formaciones geológicas con formas familiares, dichas formas van desde un par de piernas de mujer hasta íconos religiosos enclavados en la roca. Tal asociación nos roba la capacidad de apreciar algo único y hasta quizá encontrar patrones y formas nuevas en aras de ver lo común, incluso vulgar, pero familiar. Pensemos que si la civilización humana ha tenido momentos cúspide es gracias a aquellos que se atrevieron a ver más allá de lo evidente, aquellos que centraron su mirada en lo que aún no existía: la imprenta, el telégrafo, la luz eléctrica, el internet, los avances en medicina, etc. derivan de humanos visionarios, inmunes a la atracción de lo común y familiar. La vulgaridad limita nuestra creatividad, pensemos en eso cuando salgamos a dar nuestro tradicional grito hoy en la noche…¡Viva México!

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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