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Desde Texcoco, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré rememorando mis pasos por lo que fue el Lago de Texcoco. En ese momento y tras el fracaso del proyecto foxista de la construcción del aeropuerto, mucho del territorio del llamado Lago de Texcoco era considerado reserva ecológica. El lago artificial -formado por el Ing. Nabor Carrillo para evidenciar los hundimientos del suelo provocados por la extracción de agua- era una especie de santuario y fuente de descanso para cientos, sino miles de aves migratorias.  Incluso en algún momento se pensó en hacer un parque ecológico para dicha zona como lo muestra este video.

 

Actualmente y tras la compra y adquisición de terrenos aledaños al lago en el sexenio calderonista, el actual gobierno federal decidió olvidar cualquier tipo de forma de conservación medioambiental del lago e imponer un aeropuerto, más grande, más costoso y más acorde a la lógica de construcciones faraónicas que se dieron en los años hegemónicos del priísmo mexicano. Para muchos el Lago de Texcoco no era más que agua anegada –salvo en temporada de lluvias- en terrenos salinos que comprometía la salud de la población circundante y que sólo tenía valor por la sosa caústica que ahí se producía. Pocos saben que en dicha zona se producía un alga llamada espirulina máxima, un alga comestible rica en proteínas que se consumía desde tiempos de los aztecas y que tiene propiedades nutricionales excepcionales -apreciadas en Europa y Asia- que la hacen ser considerada el alimento del futuro. En sólo dos lugares del mundo se produce dicha alga, el Lago Chad, en África y en el ahora extinto Lago de Texcoco.

 

La pérdida de espacios ecológicos, de recursos y especies únicas en el mundo, incluso de vidas de  periodistas y valiosos defensores de derechos humanos a causa de la negligencia, de la omisión, de la corrupción y en última instancia de la complicidad del Estado es simplemente imperdonable. ¿Qué hacer? Una pista está en las imágenes que circularon ayer en diarios nacionales, donde se observa la mirada de temor de un presidente débil ante los gritos de justicia de periodistas enardecidos.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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