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Día Internacional de las Mujeres Rurales | Terraética

Cada vez más, se ha ido evidenciando que la fuerza y capacidad de la mujer es esencial no solamente en el desarrollo social, sino también en el desarrollo económico. El empoderamiento de la mujer a través de la inversión en su nivel educativo, no solamente significa una mejora en la productividad de las propias mujeres, sino que está demostrado que incrementaría los índices de nutrición y salud infantil, así como el desempeño educativo de los hijos.

 

En diciembre de 2007, la Asamblea General de las Naciones Unidas, estableció el 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales, con el fin de reconocer el papel esencial de las mujeres en el desarrollo, su función y su contribución en la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza.

 

La brillante contribución de las mujeres rurales al desarrollo

 

Las mujeres desempeñan actividades esenciales para la economía rural como agricultoras, asalariadas y empresarias, y nivel mundial, una de cada tres mujeres empleadas trabaja en la agricultura. Asimismo, son ellas quienes velan por el bienestar de los miembros de sus familias, al encargarse de los alimentos y del cuidado de niños y ancianos. También, recoger de leña y la búsqueda de agua son actividades cotidianas para millones de mujeres de zonas rurales, en particular en los hogares pobres, y todo esto, por supuesto, representa actividades no remuneradas.

 

De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO por sus siglas en inglés, si las mujeres tuvieran acceso a los mismos recursos que los hombres en el sector agrícola (mejores semillas, fertilizantes y fungicidas), podrían aumentar su rendimiento entre un 20% y un 30%. Y, dado que las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de los agricultores, esto representaría un incremento significativo en la producción agrícola de los países en desarrollo, lo cual a su vez también reduciría el hambre global entre un 12% y un 17%. Analizando estas cifras, es evidente que el empoderamiento de la mujer afecta enormemente a la seguridad alimentaria, situación que afecta aproximadamente a 800 millones de personas en el mundo. (ONU)

 

La realidad de la mujer rural

 

A pesar de la enorme contribución que las mujeres representan para el desarrollo, las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan siendo parte de la realidad en millones de mujeres, limitando su poder en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Todos los indicadores de género y desarrollo en el mundo, con pocas excepciones, muestran que las mujeres se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo y que las mujeres urbanas, ubicándolas como uno de los grupos más vulnerables. (ONU)

 

Desafortunadamente, no únicamente se ven limitadas dentro del hogar. Las campesinas sufren en mayor proporción los efectos de la pobreza; al no disponer del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas o mercados, así como al no contar con un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, a los bienes inmuebles ni a infraestructuras, a los servicios financieros o a recursos básicos como el agua y saneamiento, se ven limitadas a alcanzar un desarrollo personal, profesional y espiritual plenos.

 

Asimismo, son extremadamente las campesinas se ven afectadas por las consecuencias de los desastres medioambientales y el cambio climático, ya que debido a que los efectos del cambio climático sobre los recursos naturales y productivos, se ha ido aumentando la brecha de desigualdad de género en las zonas rurales.

 

El objetivo de es día de hoy, del Día Internacional de las Mujeres Rurales, va más allá de reflexionar y sentir indignación, es el de actuar en la promoción y el cumplimiento de los derechos humanos de estas mujeres; el de asegurarnos que la equidad de género se convierta en la nueva realidad de las mujeres rurales, empoderándolas y brindándoles el acceso a un trabajo decente remunerado equitativamente, y con esto, no solamente contribuir a lograr un crecimiento económico inclusivo y sostenible, o la reducción de la pobreza, o garantizar la seguridad alimentaria, pero especialmente, a brindarles el reconocimiento por su labor fundamental para la sociedad, el medioambiente y la economía, y a asegurar su desarrollo personal, profesional y espiritual plenos, que todos merecemos.

 

Escrito por María José Kerlegand

Especialista en Responsabilidad Social Empresarial

 

 

 

 

 

 

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