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Envenenamiento por plomo: un metal tan útil como mortal

Existen pocos elementos químicos que han estado presentes en la historia de la humanidad tanto tiempo como el plomo. El registro más antiguo de su uso en su forma pura data de hace más de ocho mil años en Turquía. Lo hemos utilizado en tuberías, pigmentos, como aditivo para la gasolina e incluso en los juguetes. Hoy en día seguimos empleando este metal en la fabricación de municiones, proyectiles y en las baterías para autos. Sin embargo, el plomo esconde un oscuro secreto: su toxicidad, causante de conductas violentas y otros comportamientos que indican un envenenamiento lento pero mortal a quienes están expuestos a este metal.

 

Uno de los usos más antiguos del plomo data de la Antigua Grecia, aproximadamente en el Siglo IV. a. C, donde dicha civilización utilizó una de sus sales como pigmento. Se trata del carbonato básico de plomo (II), conocido popularmente como blanco de plomo. Su uso se extendió por milenios a lo largo de muchas civilizaciones y hasta el Siglo XIX fue el único blanco del que disponían los pintores. Inclusive cuando se encontraron otras alternativas como el blanco de titanio o de cinc, los artistas siguieron utilizando el blanco de plomo por su textura mantecosa, opacidad y gran capacidad de cobertura. La semblanza enfermiza, pálida y delgada de muchos de los grandes maestros de este arte, así como los constantes sentimientos de melancolía que los aquejaban no era ninguna coincidencia a tal punto que se designó el término “mal del pintor”. Goya, Fortuny, Van Gogh y Portinari son los casos más conocidos a nivel mundial e incluso el mexicano Saturnino Herrán murió a los 31 años por usar directamente con las manos este llamativo, pero mortífero pigmento blanco.

 

Asimismo, la historia de la Antigua Roma, el imperio más duradero y poderoso de la historia está fuertemente vinculada al plomo. Los romanos implementaron uno de los primeros sistemas de tuberías de la historia, un hito para la humanidad en cuestiones de higiene e infraestructura. No obstante, el material principal para su elaboración era el plomo. De ahí que hoy en día utilicemos el término plomería y sus derivados para designar trabajos con tuberías. Muchos historiadores consideran que los comportamientos excéntricos de algunos emperadores romanos como Calígula, Nerón o Cómodo fueron resultado del envenenamiento con plomo. La disminución de la tasa de natalidad entre la clase pudiente del imperio también podría estar relacionada con este metal, por lo que el investigador canadiense Jerome Niragu apuntó al envenenamiento con plomo como la causa principal de la caída del gran imperio.

 

Otro caso bien documentado es el del compositor Ludwig van Beethoven, personaje de la historia atormentado gran parte de su vida por dolencias, irritabilidad y depresión. El autor de obras tan notables como “Para Elisa” y la novena sinfonía escribió una carta a un amigo de confianza pidiendo que al morir sus restos fueran analizados para descubrir la enfermedad que lo aquejó con el fin de que evitar que otros padecieran su sufrimiento. En el año 2005, un mechón de su cabello fue analizado y se encontraron concentraciones de plomo cien veces mayores a los límites permisibles hoy en día en muchos países. Aparentemente, la fuente de intoxicación fue el consumo de agua y pescado contaminados con plomo e incluso los vasos que utilizaba estaban elaborados con este mortífero metal.

 

Ahora bien, los tres casos mostrados con anterioridad tienen al plomo como causante de un deterioro en la salud e incluso de muerte. A esta enfermedad se le conoce como saturnismo y no es más que el acumulamiento paulatino de este mortífero metal en el cuerpo. El plomo se absorbe a través del sistema respiratorio y gastrointestinal, llegando a la sangre y los tejidos, sustituyendo las funciones del calcio, cinc y hierro en las enzimas y alterando el sistema nervioso. Una vez que el plomo llega al cerebro causa daños irreversibles, tales como efectos neurológicos y conductuales. Otra de sus consecuencias es el desarrollo de anemia debido a que se inhibe la producción de hemoglobina. Afortunadamente el uso de este metal se encuentra cada vez más restringido, limitando su empleo en casos cada vez más específicos y con normativas para su exposición.

 

Escrito por Fernando Sauri,

Ingeniero ambiental en proceso de formación y apasionado por la naturaleza.

Correo: fjsauri@outlook.com