Es probable que las células madre sean la clave para resolver los misterios que se esconden detrás de algunas de las enfermedades más desconcertantes del mundo como el cáncer, el Alzheimer, la diabetes, el Parkinson y en todas las que aparecen tejidos dañados que hay que reemplazar o sustituir. Las células madre tienen la habilidad única de poder dividirse en otras células especializadas. También pueden dividirse y crear más células madre durante mucho tiempo. Por ejemplo, si se pudiesen introducir en una parte del cerebro devastada por el Parkinson, podrían reemplazar las neuronas dañadas por la enfermedad.
Hay dos tipos básicos de células madre: las embrionarias y las adultas. Las embrionarias son pluripotenciales, es decir, pueden evolucionar hasta convertirse en cualquier tipo de célula. Por lo general proceden de óvulos fertilizados que fueron descartados en un tratamiento de fertilidad. Cuando se fertiliza un óvulo, éste empieza a dividirse. En aproximadamente 5 días, se ha convertido en una colección de 150 células que se denomina blastocisto.
Se sabe muy poco sobre los usos que se podrían dar a las células madre embrionarias humanas. Los científicos aprendieron a cultivar las en el laboratorio en 1998, pero desde entonces se han desarrollado leyes que restringen esas investigaciones. No obstante, los científicos han estado utilizando células madre adultas con fines terapéuticos desde hace más de tres décadas. Por su parte, las células madre adultas se pueden encontrar en muchas partes del cuerpo como la piel, el cerebro y la médula ósea, pero no son tan versátiles como las embrionarias. Estas células son multipotenciales, es decir, sólo pueden convertirse en un número determinado de células de familias muy cercanas. Así, las células madre de médula ósea, sólo pueden formar células de hueso, de cartílago y de grasa.
Las células adultas al contrario de las embrionarias, a menudo proceden del cuerpo del mismo paciente por lo que hay menos probabilidades de que el sistema inmunológico del paciente acabe rechazándolas.
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Escrito por Norma Díaz
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