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Los anti-Trump, el Super Tazón y lo que se decide boicotear

Hace muy pocos días comenzó una batalla dialéctica acerca de aquello que como ciudadanos podemos hacer para contrarrestar las acciones de Trump, sus malas formas y sus agresivas e ignorantes valentonadas. Y surgieron en el mundo una serie de boicots comerciales como por ejemplo el dirigido contra Uber al ser uno de sus fundadores, asesor de la nueva administración.

En México, fueron las campañas contra Starbucks, contra Ford y Wallmart los boicots que más sonaron. Y comenzó la batalla mediática y (no dudo) comercial para atraer seguidores de uno y otro lado. Unos argumentaban que los boicots no servían, otros que los boictos dañaban en realidad a la economía mexicana y otros más buscaban ampliar el boicot a otras empresas. De parte del gobierno de México se buscó en los archivos el tan conocido Hecho en México y la batalla por buscarse un nicho del mercado sigue todavía en pie. Sea lo que sea, lo que los boicots o los llamados a los boicots ocasionaron fue la respuesta mediática de las empresas y de las instituciones. Un caso prometió contratar refugiados, otro caso terminó en la renuncia del asesor, etc. Lo importante es aquí ver el peso que tienen las redes sociales en las acciones nacionales y continentales.

Sin embargo, aun después en los boicots que criticaban a la gente que bebe un café de 60 pesos en Starbucks en detrimento de un café local, nunca se pensó en boicotear el Super Tazón, aun cuando representa los mismos valores que estamos repudiando desde la llegada de Trump al poder: los de los red necks americanos, en su invasiva publicidad del America First. Es llamativo que la gente no quiere que se le quite lo gustoso de sentirse american people comiendo chicken wings, o haciendo una BBQ (carne asada) acompañada de cerveza Miller y pronunciando los nombres de los jugadores imitando el acento americano al máximo, y obviamente soñando con Lady Gaga al medio tiempo pensando que es en verdad el mejor show de sus vidas. Para ello no hay boicot porque seguramente es más fácil criticar a los compradores de Ford y de cafés Venti que comer un rico quacamouli en half time, hecho del aguacate que se rechazó su entrada en la frontera.
Escrito por Roberto Carvallo Escobar