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¿Qué queda realmente del Lago de Texcoco?

Mucho se habla acerca del Lago de Texcoco, ya sea por su importancia en la historia de México o más recientemente por el papel que desempeñó en la cancelación de un nuevo aeropuerto para la capital del país. Los mexicas y muchos otros pueblos prehispánicos se asentaron en las orillas de este enigmático cuerpo de agua, el cual sorprendió a los españoles cuando llegaron al Valle de México por la extraordinaria belleza del paisaje lacustre. Resulta increíble pensar que un espejo de agua que en su máximo esplendor alcanzó a abarcar unos dos mil kilómetros cuadrados de superficie se encuentre prácticamente extinto. Para darse una idea de la magnitud de aquel gran lago podemos compararlo con las 16 alcaldías que actualmente conforman a la Ciudad de México, las cuales ocupan 1485 kilómetros cuadrados en conjunto.

 

Más sorprendente aún resulta lo poco que conocen los propios habitantes de la Cuenca de México acerca de su lago más importante. Cuando se debatía la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), uno de los argumentos a favor de esta decisión fue el impacto ecológico que tendría su construcción sobre el milenario lago. Sin embargo, no eran pocas las personas que afirmaban que dicho cuerpo de agua ya ni siquiera existe en la actualidad. Otros, por el contrario, aseguraban que no sólo existe, sino que resulta ser un importante refugio de biodiversidad. Entonces, ¿quién tiene la razón? Por difícil que parezca, la respuesta no es tan sencilla y está reservada a aquellos curiosos que se han detenido a estudiar qué ha pasado con el lago en los últimos siglos. A continuación, el pasado, presente y futuro del emblemático Lago de Texcoco, símbolo indiscutible de la nación azteca.

 

Como es bien sabido, anterior a la llegada de los españoles, el Valle de México era una gran cuenca formada por un sistema de cinco lagos: Texcoco, Zumpango, Xaltocan, Xochimilco y Chalco. En época de lluvias los cinco lagos quedaban conectados. El principal reto que enfrentó el gobierno virreinal fueron las inundaciones en la capital, las cuales motivaron los planes de desecar el sistema lacustre. A medida que iba creciendo la capital mexicana la extensión de los lagos disminuía con la construcción de diques, albarradas y canales. Sin embargo, el problema nunca desapareció. Una de las estocadas definitivas a la cuenca fue la construcción del Gran Canal de Desagüe, terminado en 1900 e inaugurado por el entonces presidente Porfirio Díaz. En aquel momento se le ganaron terrenos al Lago de Texcoco en su zona oriente, exactamente donde estaría ubicado el NAIM.

 

Resulta ser que aquel terreno sin agua se volvió un lugar seco y prácticamente inútil para la agricultura por su elevado contenido de sal. Los ingenieros de la época plantearon muchos proyectos para sacarle provecho a estas tierras, desde un plan para fertilizar la tierra para volverla apta para el cultivo, plantar árboles, arbustos y hierbas para reverdecer el área e incluso explotar la sal. Ninguna de las iniciativas se concretó por diversos motivos.

 

Sin embargo, había un problema mucho más urgente que atender en la región: la aparición de grandes tolvaneras de polvo en los terrenos que antes pertenecían al lago, las cuales afectaban severamente la salud de las personas. Para la década de los sesenta la situación era insostenible, por lo que el ingeniero Nabor Carrillo propuso crear una serie de humedales artificiales que solucionaran las nubes de polvo que atormentaban a la población y a su vez le devolvieran vida al lugar. Al mismo tiempo se buscó que los cuerpos de agua sirvieran como vasos reguladores de la capital mexicana, es decir, como almacenes del líquido vital que eviten inundaciones. Este proyecto sí se llevó a cabo y mejoró la calidad de vida de las personas de los municipios mexiquenses conurbados a la Ciudad de México.

 

El cuerpo de agua más grande fue bautizado como Lago Nabor Carrillo, en honor al célebre ingeniero. Tiene forma rectangular y abarca casi mil hectáreas. Se han contabilizado más de 350 mil aves en él, registrando 104 especies residentes (que viven ahí de manera permanente) y 146 migratorias (que llegan en invierno desde Estados Unidos y Canadá). El terreno donde se asientan estos humedales es conocido como Zona Federal Lago de Texcoco y es lo único que hoy nos queda del extinto Lago de Texcoco. Recientemente este predio fue convertido en área natural protegida de carácter federal bajo la categoría de Área de Protección de los Recursos Naturales. En la actualidad se encuentra en construcción un parque ecológico bajo la presente administración. Muchos especulan que se trata de una simple decisión política para evitar que futuros gobiernos retomen el proyecto del aeropuerto. No obstante, estamos ante una oportunidad única de regresarle a la Cuenca de México un poquito de todo lo que le hemos quitado. Ojalá se tomen las decisiones correctas para conservar la memoria de un lugar que fue y puede volver a ser hermoso.

 

Escrito por Fernando Sauri,

Ingeniero ambiental en proceso de formación y apasionado por la naturaleza.

Correo: fjsauri@outlook.com