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Mi producto es tan bueno que se vende solo

Alguna vez has pensado que aquel producto que en un futuro inventarás será tan pero tan bueno que se venderá solo. Es decir, que toda persona con dos dedos de frente que lo vea en una tienda se verá obligado a comprarlo por la evidente necesidad que satisface en su día a día. Y hasta, en tu imaginario, has pensado que habrá que poner el producto en oferta en alguna ocasión para aprovechar las temporadas de fiesta, el Buen Fin, los meses sin intereses o simplemente porque sientes que una buena oferta, o sea un buen precio, hará la diferencia entre convertirte de emprendedor a millonario en cuestión de días. Si eres uno de los que piensa en esto, la buena noticia es que no estás solo. Podría asegurar que 95% de los emprendedores han soñado que su producto es tan pero tan bueno que se venderá en automático.

La triste realidad es que estos productos nos existen en verdad. Por supuesto que existen algunos casos en donde muy poco esfuerzo consiguió generar grandes ventas que comenzaron a arrojar resultados con los cuales fue posible invertir lo suficiente para que ahora sean estos productos (empresas) grandes corporaciones transnacionales. Seguro hay ejemplos en que el café o restaurante de la esquina creció a tal punto que se franquició, o bien que la app que desarrolló un amigo tuvo un 100,000 de descargas de paga después de regalar la app por un año. Casos de productos estrella que han irrumpido el mercado y que lo han modificado de tal grado que hoy pensamos de manera diferente han existido desde siempre,  y seguirán existiendo. El Iphone es ahora lo que es gracias a ser un producto tan especial. El famosísimo Vocho ayudó a tantas familias a moverse durante décadas por ser un producto tan confiable, sencillo y barato. Netflix es ahora el referente de películas y videos después de sufrir años y años con los deseos de las distribuidoras de decidir cuándo y dónde se distribuyen los contenidos. La realidad es diferente gracias a todos estos productos, sin embargo la idea de que los productos han tenido el impacto que tuvieron gracias solamente a ser mágicamente creados, es falsa. En realidad, no se debe solamente, y aquí el meollo del asunto, a que son muy mágicos sino a que sus creadores conocieron perfectamente su mercado y tenían grandes campañas de publicidad.

Cualquier empresa que se haga llamar grande cuenta con marketing y publicidad. Si no es de una forma, es de otra. Apple rompió una marca el 2015 gastando en publicidad 1800 millones de dólares y así las cifras de otras empresas se van encadenando. Hace poco una persona del mundo de los licores me dijo que el producto tiene un costo de producción inferior al 10% de precio de venta por lo que el resto del costo se centra en marketing, publicidad, eventos, etc. Y eso es lo que compramos nosotros cuando vamos al supermercado y compramos productos de grandes marcas, lo cual no ocurre cuando vamos a tiendas con productos locales y artesanales, tianguis, de productores rurales, etc. No es malo comprar productos de marca reconocida porque precisamente mucho de lo que compramos es la estandarización del producto y la confianza de su calidad. Pero imaginen cuánto tienen que ahorrar en costos de producción para lograr tener un departamento de control de calidad, de marketing, de logística, de ventas, de administración, de recursos humanos, y otras más. Todo, todo, le cuesta al consumidor final. Y si el consumidor está dispuesto a pagarlo, adelante. Por ello, no existe un producto que se venda solo sino en todo caso hay una maquinaria bastante compleja que lograr generar ventas a nivel mundial.

Escrito por Roberto Carvallo Escobar

Director General de Terraética, Co-fundador de Prometeo Sustentable

y escritor de La rebelión de los pelones

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