
Cambio climático, desigualdad social, racismo, violencia, pobreza son situaciones que nos afectan día con día. Todos estos son problemas son productos de un proceso más grande y complejo, el cual denomino como la crisis civilizatoria de Occidente. ¿Qué se puede hacer para salir? Unos hablan de cambio de conciencia o de fomentar un desarrollo sustentable o bien una revolución social. En cualquier caso, nos enfrentamos a una series de violencias visibles e invisibles que mantienen el estado actual del mundo.
El estilo de crianza actual está configurado en la idea del llamado Adultocentrismo, haciendo referencia a la existencia de una relación social asimétrica entre personas que ostentan el poder y que son el modelo de referencia para la visión del mundo de niñas, niños y adolescentes. De ello resulta una visión en que los niños son seres incompletos que dejarán de serlo hasta llegar a edad adulta. Aquí en esta civilización, la crianza se centra en amar los logros de los hijos y sus comportamientos, deviniendo en la necesidad de que se cumplan expectativas, sean las que sean, por medio, a veces, de un sistema punitivo cuya característica principal es el uso de la violencia y la fuerza para lograr la obediencia a cualquier precio. Como consecuencia, podemos ver la reproducción y aumento de las acciones violentas, de conductas autodestructivas, las perpetuación del egoísmo y el hedonismo autocomplaciente; en fin, una crisis civilizatoria.
El modelo de crianza nuestro tiene dos tendencias o modalidades que emplean distintos dispositivos de poder: uno emplea la coerción, el control y la autoridad sobre los cuerpos por medio de violencias más visibles como castigos (físicos, emocionales) y la otra modalidad se instaura sobre estrategias tal vez invisibles,como la disciplina con amor y los limites amorosos. Allí se emplean las estrategias más sutiles como recompensas y los diálogos amables, empero siempre, cabe decir, siempre desde la voz de los adultos.
Escrito por Mario Gomez
Editado por Resilientemagazine.com