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Saber un poco de ética no viene mal en estos tiempos modernos | Terraética

Quizá alguna vez en la clase de ética en la escuela te enseñaron la diferencia entre el utilitarismo, la deontología o la ética de la virtud. Quizá fue en la case de filosofía si es que fuiste de aquellos que todavía la cursaron o quizá lo leíste en algún libro en la universidad. Es más, es muy probable que durante alguna conversación con tus amigos surgió un dilema ético y entre la acalorada discusión se saltó desde un análisis caso por caso hasta un relativismo moral en donde nadie se sintió cómodo.

 

Si nunca has escuchado de la ética, el resumen de 2500 años de filosofía moral se puede reducir en tres grandes núcleos. La filosofía de la virtud, la cual nos dice que debemos guiar nuestras acciones usando virtudes como la honestidad, la justicia, la bondad y otras más, con lo cual, una acción será éticamente válida si es honesta, responsable, buena, etc. La ética de la virtud fue uno de los legados de Platón y no fue sino hasta el siglo 18 que llegaron dos nuevas grandes ideas que brindarían el centro de lo que hoy llamamos, ética.

 

Jeremy Bentham, seguido por John Stuart Mill, idearon que quizá la mejor forma de determinar si una acción era ética correcta o no es a través de una simple y sencilla regla: hacer aquello que genere el mayor bien para el mayor número de personas. En otras palabras, si una acción ayudaba a muchas personas, aun siendo moralmente un poco gris, era éticamente correcta.

 

En el mismo siglo, para el que es quizá el filósofo más importante que ha existido no le bastó sustentar lo éticamente correcto en estándares de una mayoría sino generó una estructura ética a partir de una regla única. Para Kant, toda ética debe construirse a partir de una sencilla regla: “Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal. Obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal de la naturaleza”. Si aquello que haces no puede universalizarse para toda, absolutamente toda la humanidad, entonces no puede ser éticamente válido.

 

¿Qué sucedería si, sin importar cuál de los tres sistemas escojamos, pudiéramos guiar nuestras acciones a través de valores, de bien común y de universalidad? El mundo sería mejor, eso es seguro.

 

Escrito por Roberto Carvallo Escobar

 

Director de Terraética

 

Fb: Terraética Tw: @Terraetica

 

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