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Cuando la gasolina se acabe…| Trust for Sustainability

Como en toda historia, de ficción y no-ficción, hay buenos personajes buenos y malos. Y como en toda narración, de quien cuenta la historia se le debe asumir una verdad irreprochable. Por lo menos, eso es lo que sucede cuando cada uno de nosotros, desde nuestra opinión y racionalidad, reflexiona sobre el acontecer diario del mundo.

 

Como  como toda narración, entre los buenos héroes y los villanos (posición que depende de muchas cosas como afiliación política, hartazgo el pasado, sentimiento de justicia, moral, etc.) la historia de la escasez de gasolina no solamente una polarización en el país, lo cual es muy grave, sin embargo, deja muy claro una situación todavía de mayor peligro para el futuro.

 

Cada uno tiene una opinión de quién es el malo en esta historia. Y todas las opiniones, aquello que llamamos hechos simplemente para hacerlos parecer más creíbles, son válidas de alguna u otra forma. Todas están basadas en lo una lógica y una racionalidad nuestra, que asumimos será evidente para el resto de seres pensantes del planeta. Y por supuesto, tropezamos con otras opiniones que acuden al enfrentamiento con sus propias lógicas y racionalidades (las cuales también asumen obvias y evidentes), y surge un debate que por más llamativo que sea, nunca, como lo hemos visto en la historia de la política y sociedad mexicana, convencerá al adversario.

 

Incluso así, el debate se abre cada vez que surge el tema de la escasez de gasolina. Sabemos nuestra posición, sabemos la posición del que está enfrente y sabemos también que por más que nos justifique el otro con argumentos, nuestra opinión será inamovible.

 

Por esta razón, más allá del debate de la escasez de la gasolina y acerca de quién es el culpable o si está justificado, quizá sea importante darnos cuenta que este momento en el país nos hace ver que aquello que pensábamos desde hace mucho tiempo, nuestro modus vivendi, es posiblemente una de las causas de la situación a la que hemos llegado.  Sin culpas ni señalamientos, por que así fuimos, así nos criaron y así pensamos.

 

En las ciudades en México hemos vivido tratando de acomodar la infraestructura a nuestra forma de vida (a nosotros) en vez de vivir acomodándonos a la infraestructura. ¿Qué quiere decir esto? Vivir lejos del trabajo, para lo cual requiere coche para desplazarse; los niños estudiando en escuelas lejos del hogar; vivir lejos de un supermercado o de un centro comercial; vivir bajo el paradigma de la reuninitis aguda, presencial y sin sentido; tener horarios de trabajo no escalonados, etc.

 

Todo esto enfatiza el problema que hoy vivimos de la escasez de gasolina porque seguimos pensando en la priorización de nuestras decisiones estéticas («me gusta vivir en esta zona», «me gusta ir a esta escuela», «me gusta ese trabajo», «no me gusta esto y ni me gusta lo otro», «quiero comprar casa«) sobre una decisión ética («sería mejor vivir aquí», «sería más cómodo estudiar ahí», «podríamos beneficiarnos de…», «quizá es más útil alquilar casa», etc.), lo cual requiere construir carreteras, transporte público y centros comerciales a grandes distancias; que como consecuencia, nos obliga a movernos tantos kilómetros y depender de la gasolina como lo demuestra el caos de los últimos días.

 

En México existe un legado cultural muy arraigado de la pertenencia de la tierra. Y así como nosotros le pertenecemos a ella, nos gusta tradicionalmente hacernos de ella. Es decir, comprar terreno, casa, departamento, etc. Nos gusta, como toda cultura, planificar nuestro futuro y para ello, necesitamos la certidumbre de saber a que metro cuadrado de terreno le podemos llamar hogar, sin riesgo a que nadie nos lo quite.

 

Pero con la reciente escasez de gasolina y de agua en México, quizá nos obligue un poco a repensar como sociedad si nuestras decisiones supuestamente tan racionales-estéticas son tan buenas como pensamos. Quizá sea hora de revaluar nuestra necesidad por comprar (asumiendo una eternidad inalterable), con la consecuencia de perder flexibilidad de acción, generando así la dependencia vista en los últimos días.

 

Quizá sea buen momento para ver que aquella estabilidad que pensábamos a futuro (tener agua, tener gasolina) es solo un mero fantasma lejano debido a que ahora vivimos en un mundo en que debemos adaptarnos a la volatilidad, al riesgo, al cambio y a la ambigüedad.

 

Recuerdo ir a una escuela preparatoria a 17 km de mi casa e ir a la universidad a 20km de distancia. Todo en coche, lo cual ahora sería un verdadero absurdo para mi actual forma de ver el mundo. La buena noticia es que todo nos puede servir de sacudida, anticipando que en un futuro cercano la gasolina no será escasa por temas políticos-sociales sino porque habremos finalmente destruido nuestros recursos naturales y energéticos, situación que estamos llevando a cabo cada día que pasa. La buena noticia es que podemos evitarlo. Quizá este sea un buen momento para hacerlo. 

 

Escrito por Roberto Carvallo Escobar

Director de Terraética y orgulloso creador de Resiliente Magazine

 

 

 

 

 

 

 

 

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