Los problemas ambientales que enfrentamos como humanidad son muchos y muy complejos. Para enfrentarlos se requiere un cambio profundo en las políticas públicas, en las tendencias de consumo globales y en nuestro propio estilo de vida. Sin embargo, a veces parece difícil distinguir por dónde empezar y hacia dónde encaminarnos como humanidad sin comprometer a las generaciones futuras. En primer lugar, ¿Qué tan grave es la situación actual? ¿Qué podemos cambiar? ¿Existen problemas más importantes de atender que otros? ¿Estamos a tiempo?
Una posible respuesta a las preguntas anteriores está en la resiliencia que tiene nuestro sistema planetario para soportar los impactos humanos. En 2009, un grupo de científicos de la Universidad de Estocolmo liderados por Johan Rockstrom publicaron en la revista Nature un artículo titulado “Un espacio de operación seguro para la humanidad”, donde dieron a conocer los límites planetarios: nueve umbrales medibles que no debería de sobrepasar la humanidad para asegurar que continúe el equilibrio de nuestro planeta.
Estas nueve categorías son: agotamiento del ozono estratosférico, pérdida de la integridad de la biósfera (pérdida de biodiversidad y extinciones), contaminación química y liberación de nuevas entidades, cambio climático, acidificación de los océanos, consumo de agua dulce y el ciclo hidrológico global, cambio del uso de la tierra, flujos de nitrógeno y fósforo hacia la biósfera y los océanos y finalmente carga de aerosoles atmosféricos. De rebasarse estos límites las consecuencias son impredecibles e irreversibles.
Los resultados de la investigación original arrojaron que habíamos rebasado el límite planetario para tres aspectos: pérdida de biodiversidad (10 veces mayor al límite), flujo de nitrógeno (3 veces mayor al límite) y cambio climático (1.5 veces mayor al límite). El panorama resulta aún más incierto si consideramos que la revista Science publicó una actualización en la línea de investigación, declarando que también habíamos rebasado los límites para el flujo de fósforo y para cambio de uso de la tierra. Por último, en enero de este año se publicó una investigación en la revista Environmental Science and Technology donde científicos concluyen que existe evidencia suficiente para indicar que el rubro contaminación química y liberación de nuevas entidades también ha sido rebasado con creces.
Aunque el panorama luzca poco favorable, es importante destacar que las investigaciones no deben desalentarnos en nuestra lucha por un mundo mejor. Por el contrario, estas herramientas permiten una mejor toma de decisiones frente al futuro. Las nuevas generaciones son cada vez más conscientes del cambio que es necesario generar. Poco a poco se ha ido implementando protección a las especies en peligro de extinción, restricciones en el uso de ciertos productos químicos nocivos para la salud, medidas contra el cambio climático y normativas para regular la calidad del agua, del suelo y del aire. En mi opinión, la misma Tierra nos irá exigiendo cada vez acciones más radicales y en menor tiempo para sobrevivir. Aún tenemos en nuestras manos la posibilidad de llevar a cabo esos cambios de manera premeditada y voluntaria, antes de que sean forzosos, apresurados y selectivos.
Escrito por Fernando Sauri,
Ingeniero ambiental en proceso de formación y apasionado por la naturaleza.
Correo: fjsauri@outlook.com