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¡Viva la soberanía alimentaria!

¿Cuándo fue la última vez en que escuchamos “pobreza” y pensamos en la tristeza y desesperación de alguien que no puede pagarse la comida del día? Pocos recordamos que la pobreza es gente, son sus sentimientos, es su calidad de vida y es su dignidad. La pobreza no es una estadística. Dejemos de deshumanizar los grandes problemas que nos atañen a todos, ¡Volvamos a meter nuestras narices!

 

La pobreza alimentaria no es un problema de subproducción de alimentos, de hecho, mientras que la población mundial creció en 2010 en 1.4%, los alimentos lo hicieron en 2%, la verdadera complejidad yace en el acceso a los alimentos mismos.

 

Se trata de un gran sistema global que de manera mecanicista y tecnócrata, ha consolidado una forma de vida que descansa en la dominación social desde los alimentos. No se ha logrado jurídicamente el derecho de los pueblos o de las personas de elegir qué quieren comer y cómo producir su comida. Las consecuencias de esto son: desigualdad, desnutrición, pobreza y vulnerabilidad.

 

Debemos obligar a los gobiernos a percibir el problema de la pobreza alimentaria como una afectación al primero de nuestros derechos: al de la vida. La soberanía alimentaria es eso, reconocer que no se están garantizando las condiciones para vivir bien, de manera saludable y con una alimentación nutritiva.

 

También conlleva proteger y hacer extensa la vida de las miles de especies de semillas y cereales. Que nunca más limiten nuestros hábitos alimenticios debido a que las semillas en peligro de extinción están justamente cayendo en eso, en la extinción.

 

La gran falla del mercado (global) queda ahí, donde se permitió el oligopolio en la producción de cereales, de pesticidas, de los modos de producción.

 

La solución ética resulta ser la mejor distribución de los recursos, de comida, de regulaciones, de medios y modos de producción. Debemos proteger el autoconsumo y las costumbres de los pueblos, que no se impongan los hábitos alimenticios.

 

Sólo es asumir la perspectiva.

 

Escrito por Francisco Vega Oviedo

Estudiante de ciencias políticas