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Desde El día de los Inocentes, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré acordándome de un chiste que no me sabía –Lisa Simpson dix it. Hace días fue el famoso y celebrado día de los inocentes. Durante varios años me dediqué a bromear a varias personas con un muy diverso abanicó de intensidades. Bromas que iban de lo mero cordial como dar intencionalmente un número telefónico erróneo entre amigos hasta bromas que estuvieron a poco de reventarme en la cara y salirse de control –una tierna y bobita jovencita estuvo a punto de dejar la casa familiar por culpa de mis tontas inocenteadas. El caso es que tener un día para poder hacer chanzas, cotorrear y jugar con aquellos con quienes uno convive diariamente me parece no sólo sano, sino hasta terapéutico.

 

No hablaré de los orígenes del día de los inocentes. Hacerlo me llevaría a invitar al viejo Herodes a pasar al banquillo de los acusados. Incluso me llevaría a pasar revista a la disputa del rey Carlos IX de Francia con los círculos conservadores de ese entonces que buscaron oponerse a que este –el Rey- estableciera el inicio del año el 1° de enero en vez del 1° de abril como se acostumbraba, dando origen al día del pescado que es mucho más conocido en el mundo francófono bajo el nombre del Poisson d’Avril y cuya mecánica es casi la misma que nuestro 28 de diciembre. Hablaré simplemente de esa broma suprema que a veces llamamos Realidad. Y es que al estar en el umbral de un nuevo año que, una vez más, muchos se esmeran en etiquetar por adelantado como catastrófico es necesario pararse a reflexionar y pensar antes de salir corriendo en desbandada y aventarnos por las ventanas. Noah Harari nos menciona que mucho de lo que los homo sapiens damos por sentado como hecho real, como verdad innegable no es otra cosa que una idea tan endeble o fuerte como lo sean sus portadores. Ideas compartidas como que los dioses gobiernan desde el Olimpo, las leyes del código de Hammurabi, la declaración de Filadelfia de 1776 e incluso sobre la existencia jurídica y el papel económico de grandes compañías comerciales forman nuestra realidad social y estructuran nuestro mundo, es decir, lo crean. Sin embargo nunca hay que perder de vista que aunque Hammurabi defendía en Babilonia hace 3,700 años que los dioses habían creado tres tipos de personas, personas superiores, plebeyos y esclavos; esto no es real, es una idea. Que aunque la declaración de Filadelfia decretaba que todos los hombres fueron creados iguales y su fin último era la libertad. Esto no es real, es una idea. Y que aunque el próximo año se vislumbra negro en parte por nuestro vecino patán y anaranjado de la casa blanca de la calle de enfrente y en parte por una contienda electoral que sacará lo peor de nuestra clase política –sí, todavía pueden ser aún más nauseabundos; esto no es real, es una idea. Dichas ideas son tan fuertes o endebles como estemos dispuestas a creerlas y reproducirlas. Harari también nos dice que para que un orden imaginario sea adoptado como verdad evidente el paso número uno es jamás aceptar que es meramente imaginario, inventado. Así la justificación de …porque Dios así lo quiere, o de …porque las cosas siempre se han hecho así, o de …otra forma sería antinatural, o de …eso dicen las encuetas y el clásico estudios demuestran que son el ABRA-CADA-BRA contemporáneo que vuelve real lo imaginario.

 

No abogo por un relativismo crónico cuasi esquizofrénico sino por un ejercicio diario de no perder el bosque por ver el árbol. Un ejercicio que implica Acción más que RE-acción, dialogar más que repetir. Es necesario conocer sobre nuestra historia y cómo llegamos a donde nos encontramos el día de hoy como pueblo, como país y como civilización humana. Entiendo que conocer la historia es muy complejo y más cuando desde la escuela nos inocularon que es aburrida, falsa y hasta inútil.  Sin embargo, cualquier mecánico, plomero, comerciante, ingeniero y médico sabe que para actuar asertiva y eficientemente es necesario comprender y conocer aquello sobre lo que se quiere tener injerencia. Termino haciendo una recomendación: “De Animales a Dioses: Breve historia de la humanidad” de Yuval Noah Harari. Un libro ameno, divertido, para nada rebuscado y que es una buena manera de iniciar un alegre 2018. ¡Feliz Año!

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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