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Desde el Metropolitan con los Smashing Pumpkins, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré en el Teatro Metropolitan, entre los puestos ambulantes que vendían mercancía promocional de los Smashing Pumpkins. De la banda formada en Chicago, E. U. en 1988, formada inicialmente por Billy Corgan (voz, guitarra), James Iha (guitarra), Jimmy Chamberlin (bateria) y D’arcy Wretzky (bajo) hoy, en el escenario del Metropolitan resaltan los primeros tres. Desde hace 10 años los Smashing Pumpkins no convivían con sus fans mexicanos.

 

Así como en el Auditorio Nacional, ir al Teatro Metropolitan implica todo un ritual para mi. Caminar sobre la calle independencia, subir las escalinatas, pasar los arcos de seguridad, entrar y asombrarse con la bellísima arquitectura interior de la estancia. Una vez adentro, como forma de atenuar –o normalizar-el bullicio de tantas personas busco el bar. Nada como un whisky doble para entrar en el ambiente noventero conjurado por la singular voz de Billy Corgan. Ya dentro del teatro, a 16 filas de distancia del escenario, la emoción de los asistentes empieza a aflorar. Veo contemporáneos con playeras de Pearl Jam, algunos, incluso se cambian su playera por la recientemente adquirida con logos o títulos de álbumes de los Smashing Pumpkins. El espectador que más llama mi atención es un joven de escasos 16 años que lleva una playera de Nirvana, sí ese grupo que por su éxito opacó en los años 90´s a quienes hoy tocan en el Metropolitan.

 

Sin mayor preámbulo, después de la tercera llamada los Smashing Pumpkins empiezan a tocar y poco a poco nos transportan a un estado armonizado por su singular estilo. A veces estridente, a veces rudo, incluso suave por no decir melifluo, el estilo de la banda es ecléctico sin dejar de lado su sello particular. Mi melómana de confianza me explica que a diferencia del común de los grupos, los Smashing no tienen al bajo como la columna vertebral de sus piezas musicales, sino a la batería; hecho poco común al igual que la guitarra de 6 botones que Corgan toca en algunas de sus interpretaciones.

 

El concierto dura poco más de 2 horas y media. Hubo dos momentos climax para mí. El primero, escuchar 1979 y poderla disfrutar en vivo y todo color y el segundo, ver como mi hija cantaba varias de las canciones que ya habían sido éxitos incluso antes de que ella naciera. No sé si a eso se le llama relevo generacional, no sé si incluso se pueda hablar de clásicos musicales pero sí sé que a comparación de cantar alguna canción de Bad Bunny, Maluma (o cualquier otro integrante del club de la dislalia), mi hija tiene las neuronas y el gusto suficiente para elegir algo mucho más artístico y estético que los desperdicios del mal llamado genero urbano.

 

Así, después de corear el nombre de Billy Corgan varias veces, después del emotivo mensaje del grupo quienes se mostraron impresionados y agradecidos de que los fans mexicanos los sigan apoyando después de más de 30 años de carrera, el concierto va terminando no sin antes ver a un Billy humildemente agradecido prometiendo volver pronto…ojalá así sea.

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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