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Desde la Casa de la Mema, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré repasando las hojas de tres viejos conocidos. En la entrega del viernes pasado hablé sobre la calle Norton, los raqueteers, Doc y de William Foote. En esta segunda entrega quiero compartir cómo era la vida en la otrora conspicua y hoy inexistente casa de Gerardo Ortega, alías la Mema. Hace más de dos décadas una joven académica de noruega llamada Annick Prieur conoció a Gerardo en una conferencia internacional sobre Sida llevada a cabo en la Ixtapa. Tras un primer encuentro y charlar sobre la posibilidad de conocer al grupo de hombres homosexuales con quienes convive Gerardo, Annick acuerda venir a conocer La casa de la Mema.

 

La primera noche de Annick fue singular. La Mema y tres de sus jóvenes amigos fueron por Annick al aeropuerto, de ahí tomaron un taxi y media hora después estaban en Ciudad de Nezahualcóyotl instalando a la joven en el cuarto de la Mema. Tras un breve refrigerio nocturno esa misma noche salieron de fiesta al tugurio local, en el camino Annick vio como un hombre que pasó corriendo era tacleado por sus perseguidores y después molido a golpes. Annick advirtió a la Mema y a sus acompañantes sobre pedir auxilio o llamar a la policía, la reacción de sus anfitriones fue un lacónico “No te metas, no es nuestro asunto”. En mi imaginario eso equivaldría a decir “Welcome to jungle” –con todo y estribillo de Guns n’ Roses.

 

Annick Prieur, quien en los siguientes años sería apodada Anita de lo peor por sus nuevos informantes y próximos amigos, relata los primeros días en casa de la Mema como una si fuera una viajera interestelar que ha llegado a un planeta desconocido. Y es que el entorno es singular, la casa de la Mema es una especie de santuario para jóvenes varones oriundos de Neza que no pueden declarar abiertamente su homosexualidad. En dicha casa pueden transformar sus cuerpos por medio de juanas –rellenos corporales- maquillarse, vestirse con la ropa femenina más atrevida e incluso intercambiar parejas o novios heterosexuales. Anita de lo peor llega a ser consciente de la jerarquía que todos, incluyéndola, ocupan con solo sentarse a la Mesa. Quien está al lado de la Mema a la hora de comer y ostenta platos de cocina en forma es el segundo al mando, lugar que ella ocupará en adelante. Quien está lejano y ostenta plato y vaso desechable para comer está al final de la jerarquía. La Mema tiene un dormitorio para los jóvenes que por algún motivo, disputa familiar o problema desean pernoctar en su casa. Dicho lugar es conocido como el rincón de las vírgenes, en dónde hay un par de literas que sirven para acomodar y apretujar a quienes pernoctan en la casa desde un día hasta varias semanas. Las arengas, los conflictos y las peleas por los préstamos sin autorización de objetos personales –eufemismo para decir robos- son frecuentes sin embargo hay reglas estrictas en la casa que ameritan sanciones y en el caso más extremo la expulsión del sitio.

 

Para Anita, Mema es un líder nato, todos lo conocen es respetado por su labor para concientizar a los trabajadores sexuales sobre el SIDA así como por su cercanía con el mundo de ambiente. A lo largo del texto Anita descubre y registra las vivencias, los traumas, los deseos y las expectativas de aquellos que conscientemente han renunciado al rol masculino en un país eminentemente machista. Conforme Anita se vuelve parte de la casa relata cómo tuvo que aguantar y en su momento defenderse de la carrilla que alguno de los jóvenes le propiciaba. Las confesiones y las diferencias entre un mayate, una jota, una vestida y una loca son examinadas a profundidad a partir de entrevistas y diálogos cotidianos con quienes han hecho de esas etiquetas su forma de vida.

 

Conforme las hojas pasan el vínculo entre Anita y la Mema se hace evidente al grado que en algún momento en que la Mema terminó en la cárcel Annick tomó el primer avión Noruega-México para apoyar en lo que pudiera. El texto termina con una interesante actualización de la vida de quienes fueron sus informantes después de algunos años. Al final la Dra. Annick Prieur que ya no Anita de lo peor, sintetiza la construcción social del género y del cuerpo a partir de lo que aprendió en esos años locos en que vivió en La casa de la Mema.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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