Al tiempo de caminar por la vida, me encontré sentado en la plaza Dorrego comiendo un choripán. Con el telón de fondo de un domingo de feria; sobre la calle Defensa en dirección al histórico Barrio de San Telmo se instalan muchos puestos ambulantes. La Feria de San Telmo recorre muchas cuadras, aquí se pueden encontrar artesanías, postales, la clásica banca de Mafalda, mates, diversos artículos de piel, cuchillos mestizos, comida, joyería pero sobre todo antigüedades.
A lo largo de sus cuadras se abren las puertas de muchas galerías que invitan a pasar con teléfonos antiguos colocados en sus puertas, con colecciones e viejos y usados relojes en sus escaparates y con vitrinas retacadas de artículos con herrumbre. Mientras unos gemelos de nácar me guiñan el ojo desde una de éstas vitrinas –y es que no puedo saber si el precio que me dio el dependiente es bajo o de turista- empiezo a sentir hambre. Inicio la búsqueda de un choripán de no más de $60 ARS en cada puesto de comida –un amigo local me previno diciéndome que pagar más de dicha cantidad por un chori es precio de turista. Es hasta el final de la larga fila de puestos y dejando atrás varios locales de $80 ARS por chori cuando encuentro mi esperado choripán sin arancel para turista.
Con la narración del Francia-Croacia de fondo; con un sol tímido pero cumplido, con mi chori en mano (!!) veo a la gente pasar entre los puestos de la plaza Dorrego, veo niños persiguiendo palomas y espantándolas con saña y una vez más me doy cuenta de que soy cómplice-testigo de eso que un tal Talcott Parsons llamaba performance social…ésta hambre no se va quizás debo ir a Pirilo por una fugazza.
Escrito por Erick Aguilar
Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido