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Marginal yo, tú, él, ella, ellos, nosotros y ustedes también

Probablemente cuando escuchamos que alguien es marginado, nos imaginamos a alguien en condiciones deplorables, a los vagabundos de Zoolander o a alguien de un grupo minoritario. Después de haber visto cómo en Alemania todos, absolutamente todos, están contemplados dentro del sistema, veo que marginado es básicamente alguien que no quiere tener lugar en él.

 

Al parecer México no tiene lugar para los jóvenes porque no tienen oportunidades de estudio ni empleo. No hay lugar para indígenas porque los desplazan. No hay lugar para los viejos porque apenas pueden cubrir sus gastos, ni mucho menos moverse por la ciudad. No hay lugar para las mujeres porque nos matan como si nada. No hay lugar para los ciclistas por las pocas ciclovías que existen. No hay lugar para los peatones porque el transporte público y las calles no funcionan apropiadamente. No hay lugar para los que no quieren hacer nada terminando probablemente robando a otros. No hay lugar para los de clase media porque los ahogan con impuestos. No hay lugar para la clase baja porque estorban a otros y tal vez tampoco los hay para la alta porque los secuestran. No hay lugar para los políticos porque tienen que estar persiguiendo el hueso para llenarse los bolsillos. En fin, la lista podría continuar para muchos más.

 

Tener lugar, tener opciones para vivir significa tener una verdadera libertad y al parecer la mayoría carece de ella, por lo que en esta relativa libertad otorgada por nuestra República mexicana, se vive más bien una resignación que una decisión libre. Y entonces, ¿cuál es la propuesta más allá de este y muchos artículos pesimistas? Generar nuestras propias oportunidades no es fácil pero se puede hacer y aunque suene imposible, nunca debemos perder la esperanza de que podemos generar un cambio. Al aceptar la idea de nuestra aparente impotencia, otros tomarán la decisión por nosotros. Por lo general serán los que no tienen vergüenza ni ética, los que se atreven a hacer lo que sea, hasta que claro, alguien ponga un límite.

Escrito por Maritza Salcido