Home / Viajero  / Desde la lonja, viajero

Desde la lonja, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré con que el 4 de marzo es considerado como el día mundial de la obesidad. El tema es relevante en tanto, como país, México ocupa el segundo puesto entre los países con más adultos obesos (más del 30% de la población adulta) y sólo es superado por Estados Unidos (48% de la población adulta). Ahora bien, respecto a la obesidad infantil, México ocupa el nada honroso primer lugar con el 16.8% del total de niños afectados por dicho padecimiento.

 

De niño mi apodo era Gordo, apodo que duró hasta la secundaria. En efecto yo era un niño gordo pero pocas veces me importó en tanto que no me interesaba parecerme a mis compañeros más esbeltos –y curiosamente más estúpidos. Cuando llegué al bachillerato y tras el clásico estirón decidí hacer del ejercicio un hábito fundamental de mi vida. En ese entonces mi buen amigo Fabela me instruyó e introdujo en el mundo de las pesas y las barras. Me gustaba ir a correr a Viveros de Coyoacán y demás lugares en pos de conseguir mayor fortaleza y resistencia física, el cuerpo tonificado era un extra, un muy buen extra cuando se trataba de salir con alguna chica.  Pese a lo anterior jamás me he considerado delgado, en todo caso, únicamente en dos ocasiones he recorrido los orificios del cinturón hasta alcanzar el menor diámetro; la primera cuando estuve en Salamanca en dónde a fuerza de desayunar claras de huevo, comer salmón y cenar manzana amén de ir al gimnasio 5 días a la semana logré una muy buena condición física que me permitió recorrer a pie infinidad de lugares. La segunda ocasión fue en Argentina dónde a fuerza ahorrar dinero para la renta y viajes sólo había presupuesto para comer lo más saludable posible –trucha, yogur, clara de huevo, amaranto de contrabando llevado desde México y uno que otro asado cada 2 semanas- y una vez más el catártico gimnasio para no echar en falta mi vida en México. De ahí en fuera siempre he sido del corte corpulento.

 

Pero la obesidad va más allá de las apreciaciones personales o anécdotas juveniles. La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos dice que es una enfermedad cuando nuestro índice de masa corporal (IMC) (1) rebasa la cantidad de 29.9. La obesidad como enfermedad tiene la antesala del sobrepeso –entre 25 y 29.9 de IMC- que sería el momento ideal para tomar cartas en el asunto y seguir indicaciones como 150 minutos semanales de ejercicio, dieta balanceada e identificar los factores fisiológicos (i.e. hipotiroidismo) o psicológicos (i.e. depresión, ansiedad) que nos llevan al desbalance entre las calorías que ingerimos y las que efectivamente usamos. Los criterios médicos nos permiten identificar claramente que tan lejos o que tan cerca estamos de padecer la enfermedad de la obesidad y sus consecuentes enfermedades correlacionadas: diabetes, cardiopatías, etc. El asunto se complejiza cuando ciertos grupos sociales lanzan movimientos como el body positive –algo así como positividad corporal en su traducción más cercana al español- los cuales buscan empoderar ¿!!? a las personas con sobrepreso y hacer una crítica a los estereotipos occidentales de belleza –generalmente relacionados con cuerpos excesivamente delgados productos de padecimientos como anorexia y bulimia. Digo que el asunto se complejiza en tanto la fase del sobrepreso, que es en la que aún podemos hacer algo antes de llegar a la obesidad, termina siendo normalizada como algo deseable, incluso sano. Vaya que somos mamíferos raros.

 

La obesidad es un padecimiento que la actual pandemia y su consecuente aislamiento han potenciado. La obesidad es multifactorial y requiere atención transversal desde el individuo hasta las instituciones gubernamentales. La obesidad es el resultado de irresponsables consumidores y de amorales productores de basura comestible y bebible. La obesidad requiere más que empaques con hexágonos negros a los que sólo les falta tener escrito al interior “veneno para ratas”…y que aún así siguen siendo consumidos. La obesidad es el reflejo de una sociedad que no sabe cuándo ya ha consumido demasiado y sigue haciéndolo aún en contra de su propia autoconservación y supervivencia. Es tiempo de pensar ya no en panzas, lonjas o jeans entallados, sino en calidad de vida, en cuerpo, mente y emociones en equilibrio. Nunca es tarde para intentarlo una vez más.

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

Linked in

  1. División de nuestro peso entre nuestra altura al cuadrado.