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Desde Mineral del Monte, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré en el municipio de Mineral del Monte, Hidalgo. En una mañana fría de domingo, en excelente compañía subí por el corredor turístico de la montaña, que conecta la ciudad de Pachuca con Real del Monte y el Chico. Recuerdo que en mi adolescencia me encantaba manejar hacia Huasca de Ocampo, ya fuera para ir de pesca o para pasar unas relajadas vacaciones en la Ex-hacienda de San Miguel Regla. Como fuera, el camino para llegar era sinuoso y lleno de curvas –la carretera vieja hacia Real del Monte-  con el tiempo el gobierno del estado construyó una vía más directa y segura, el llamado corredor turístico de la montaña. Admito que aún echo de menos ir en la vieja carretera en la que alguna vez, siendo yo niño, paramos en medio de la noche para ver una lluvia de estrellas.

 

Ya en Mineral del Monte fuimos a un restaurante clásico, con ese sazón de montaña y riquísimos pastes que desde hacía meses rondaban mis antojos. El Serranillo estaba libre, afortunadamente la hora de llegada del turismo aún era distante y pudimos departir a gusto entre paredes forradas de madera y decoradas con herramientas propias de la actividad minera. Admito que entre barbacoa y pastes olvide la dieta y entre mojitos de ron y tequila el ánimo se me encendió. Justo cuando empezó a llegar más gente pagamos a cuenta y fuimos a refrescarnos al gran solar que sirve como estacionamiento. Vi bajar dos camiones llenos de turistas, algunos sin cubrebocas,  todos aglomerados y sin atisbo de preocupación por la falta de sana distancia. Era hora de partir.

 

El regreso a la ciudad de Pachuca fue singular, en una cuatrimoto tamaño familiar, de esas que tienen ruedas anchas, tracción 4×4, luces, placas oficiales y dos asientos en desnivel me encontré siendo asesorado –como siempre- por el valioso consejo de mi tío Perico para tomar de la mejor manera las brechas de terracería que nos llevarían a Pachuca. Dejamos para los turistas los caminos pavimentados y cruzamos el cerro en su poderosa, cómoda pero principalmente divertida cuatrimoto. Una vez en Pachuca pasamos por la clínica del IMSS, por Arriaga –funeraria de gran tradición local- hasta llegar al primer cuadro de la ciudad. Cuando me percaté que estaba dando la vuelta al Reloj de Pachuca en una gran cuatrimoto en compañía de mi prócer y mentor favorito no pude más que sonreír interiormente…y tocar el claxon.

 

En alguna cafetería de alguna gasolinera de las muchas que hay en la México-Pachuca terminamos la jornada con un café. El frio se hacía presente entre más se alejaba la luz del sol. Entre risas, perros dormitando en los asientos de los autos y el calor de todo rencuentro verdaderamente familiar tomo camino de regreso a la gran ciudad no sin antes agradecer este bello presente compartido.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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