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Desde  Montevideo, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré a los pies de la histórica puerta de la ciudadela de Montevideo. Después de desembarcar en Colonia del Sacramento y tomar un bus hacia la capital uruguaya; un buen amigo y yo fuimos recibidos por un hombre de Dios. El apelativo no es menor, el sacerdote que nos recibió, alimentó, hospedó y procuró es miembro de la congregación de misioneros de San Carlos Scalabrinianos cuyo carisma y trabajo tiene que ver con el tan actual y necesario tema de la atención a los migrantes.

 

Una vez en la ciudad y con motivo de asistir a distintas universidades uruguayas, tuvimos la oportunidad de conocer no sólo lugares – la rambla, el estadio, plazas y hasta besodromos– y platillos sino gente y costumbres. Dotar de cara y cuerpo a aquella amable colega de congreso, acordar una cena, probar el chivito y destartalarse de risa deshaciendo estereotipos machistas; cenar risotto–hecho por el dueño del lugar-, beber y reír animosamente en un bar –aquí llamados boliches– con personalidades de la academia y de la administración pública; y hasta ser presentado ante la comunidad religiosa de la Parroquia de Nuestra Señora de La Asunción Madre de los migrantes son algunas de las muchas y entrañables vivencias que Montevideo nos obsequió.

 

No seguimos los pasos de alguien, mapa en mano, mochila en la espalda –o portafolio en mano- y calzado bien ajustado tenemos la dicha de encontrar a cada paso personas cálidas, comprometidas y con un superior cariño al prójimo que nos hacen pensar en Montevideo como esa sorpresa envuelta en el Río de La Plata. Me significa mucho que hay una frase tan popular y local al grado de ser un principio cívico “Naides es más que naides” –nadie es más que nadie-; cinco palabras que expresan el sentimiento de una misma valía social e igualdad, y a la vez el rechazo a ser sumiso o a creerse superior a los demás.

 

En un día lluvioso nos despide Montevideo y en nuestra memoria les guardamos un afectuoso lugar a todos aquellos que conocimos. Hasta pronto queridos amigos.

 

Escrito por Erick Aguilar

 

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

 

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