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Desde el voto, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré varias veces con la misma pregunta en distintas pláticas, “¿Y entonces por quién votamos?”. El próximo domingo 6 de junio se celebrarán las llamadas elecciones intermedias en condiciones nunca antes vistas, aquí una lista no exhaustiva: a) es la primera elección que se llevará a cabo en un contexto de pandemia, b) es una elección protocolaria para el crimen organizado, en tanto desde hace varias semanas ellos ya votaron a través de amenazar, secuestrar y asesinar a varios candidatos a lo largo y ancho del país, c) es una elección marcada por el ridículo voluntario de aquellos candidatos a quienes les importa más ser los protagonistas de videos tiktokeros y cotorros en vez de construir propuestas realistas y sensibles a las necesidades de los ciudadanos, d) es una elección enmarcada por una idea de o estar a favor o estar en contra de Andrés, tal parece que no hay puntos intermedios, o se vota por que el Congreso siga en manos del partido oficial o se vota por un contrapeso que frene –aunque sea un poco- esta antología de despropósitos y ocurrencias conocida como 4T.

 

Si bien es cierto que por principio el voto debe ser secreto, hace poco escuché una reflexión al respecto. La reflexión se centraba en que no hablar de política con nuestra familia –por una equivocada idea de cordialidad- nos hizo mucho daño. De igual forma no hablar sobre el sentido de nuestro voto, nos llevó a no reflexionar colectivamente sobre el tipo de personas y perfiles que vamos a encumbrar. Hablar de política sin que eso fracture una relación personal es algo que le debo a mi abuelo, a mis maestros, a mis amigos. Los ufanos defensores del régimen y los fatalistas detractores del régimen pierden el rumbo del diálogo cuando nos son capaces de asumirse como seres políticos y prefieren interpretar el papel de esclavos de su ideología o peor aún, de meretrices de la palabra vendiendo sus voces –y redes sociales- al mejor postor.

 

A lo largo de la semana, con mis amigos y familiares, he dado mi posición y argumentos sobre el sentido de mi voto. Por otra parte, en pláticas con mis alumnos simplemente los he incentivado a participar en el proceso electoral sin mostrarles mis preferencias o antipatías. En estas líneas sólo me queda invitarlo a usted querido lector a participar en ese ejercicio democrático, imperfecto en muchos sentidos pero profundamente valioso que tendrá lugar el próximo domingo. Nuestros dos ojos y nuestros dos dedos de frente son los mejores consejeros para definir el sentido de nuestro voto. No se trata de que nos digan que ya estamos en Dinamarca o que ahora estamos mejor/peor que antes. Se trata de ver la realidad, y si estamos felices y conformes con lo que vemos entonces sigamos apoyando y fortaleciendo este bello estado de cosas que nuestros ojos contemplan. O bien si vemos que hay cosas que no nos gustan y que deberían cambiar entonces apoyemos un contrapeso que por lo menos intente cambiar la dirección actual del país desde el poder legislativo. No hay más.

 

…y entonces ¿por quién vas a votar?

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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