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Desde la Patria chica, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré manejando en la México-Pachuca y saliendo por unas horas de mi rutina de cuarentena. Tras varios años de no pasar por la pista en la que aprendí a manejar a alta velocidad hoy me encuentro disfrutando los amplios carriles, las rectas continuas y el desenfadado ritmo de autos y camiones que no tienen empacho en ser rebasados. Sea en un Chevy, en una Pt cruiser, en un Ford Ka, en un SRT-4 o bien en un March el disfrute y la relajación del camino hacia Pachuca siempre me atrapa a lo largo de los 80 kilómetros de viaje.

 

El panorama ha cambiado, antes eran terrenos de cultivo, hoy son interminables unidades habitacionales. Antes era un tímido letrero del balneario flamingos, hoy es una gran atracción con todo y toboganes. Antes era la clásica barbacoa del restaurante Los Ángeles, ahora ya no puedo reconocer dónde se perdió el restaurante ya que la ciudad se extendió vertiginosamente. Antes era el Hidalgo en posición de Fiebre de sábado por la noche –Stayin´alive decía Fabela-, hoy son innumerables puentes que en altura superaron al prócer. Hace 30 años mi abuelo decía que ya no conocía Pachuca, que su Patria chica había crecido mucho. Hoy soy yo el que desconoce Pachuca ante su indeleble transformación.

 

Hace unos días estaba viendo la película Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore quizá inconscientemente quise prepárame mentalmente para volver a un lugar familiar que tras el pasar de los años se vuelve totalmente desconocido. Pasó justo como decía el viejo y ciego Alfredo “Vivir aquí día a día, creer que nada va a cambiar…cuando vuelves todo ha cambiado” Con trabajo me sé orientar en la que fue la ciudad de mis abuelos y en la que es la ciudad de mi Familia. Dios, mis tres lectores y Giovanni saben que nunca he querido entrar en polémica sobre la moraleja de una peli o sobre lo que el director quiso decir sin embargo, al momento de ser reconocido por quienes no había visto en tanto tiempo entendí la profundidad existencial de un Salvatore voluntariamente autoexiliado de Sicilia y que tras varios años regresa al hogar que aparentemente el tiempo se llevó.

 

En un guiño –o carcajada- más del destino puedo decir que tras regresar de Pachuca y quedarme con el antojo de pastes, volví a pisar la casa materna. Tras años de ausencia, volví a entrar en el que fue mi cuarto. Como un Salvatore Di Vita sacado del guion de Cinema Paradiso me quedé asombrado viendo los que fueron mis libros, mis pertenencias, mis fotos y hasta mi colección de monedas…pero esa es otra historia, por ahora baste únicamente con decir que el tiempo y no la razón es lo que nos ayuda a entender este juego llamado vida.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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