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Desde el Padrinazgo y el Día del Maestro, viajero

Al tiempo de caminar por la vida, me encontré en la Sierra Norte de Puebla. Fui parte de la celebración litúrgica que se llevaba a cabo en la iglesia principal de Zautla, Puebla. El motivo fue la entrega por parte de los padrinos de la Biblia a los niños que en junio próximo celebrarán su primera comunión. La tradición es muy particular: los niños llegan a misa acompañados de sus padres y de sus padrinos. Estos últimos cargan un plato de mesa en donde reposa una Biblia blanca de primera comunión adornada de bellas flores amarillas colocadas de tal forma que cubren el plato. En algún momento de la misa, el presbítero hace una pausa y pide a los padrinos entreguen a sus ahijados la Biblia mientras declaman ciertas palabras. Finalmente los niños aceptan el regalo de sus padrinos y a su vez repiten las palabras que el presbítero enuncia. El significado de la ceremonia es interesante puesto que enmarca el simbolismo de que niños inocentes e inexpertos reciben no sólo una Biblia sino guía y sabiduría por parte de personas mayores y por lo tanto más experimentadas –sus padrinos.

 

En días próximos se celebrará el Día del maestro, es decir de aquellos que dentro de un salón de clases o bien, a lo largo de nuestra vida nos compartieron su experiencia y conocimientos para ser no solamente mejores profesionistas sino para ser mejores seres humanos de lo que ellos son. Considero que existe algo común entre aquellos que hemos tenido la fortuna de ser padrinos o ser practicantes de algún credo y aquellos laicos o incluso agnósticos: el cariño y respeto hacia quienes nos guiaron cuando éramos jóvenes inexpertos.

 

Celebro el día del maestro como un día especial para recordar a la típica maestra de primaria que nos puso en el cuadro de honor –no porque lo mereciéramos sino para que sintiéramos el orgullo de estar ahí y así motivarnos a cada mes luchar por estar en dicho cuadro. Celebro el día del maestro reflexionando y  sintiendo algo de remordimiento por haber pertenecido a ese grupo muchachos mulas que les sacó canas verdes a los profes de la secundaria. Lo celebro atesorando y disfrutando las memorias de mis excelentes profesores de la preparatoria que creyeron en nuestro potencial para ser buenos y felices seres humanos, incluso antes de que nosotros mismos fuéramos consientes de él. Celebro el día esforzándome por ejercer y no olvidar las enseñanzas teóricas, anécdotas laborales, principios éticos y hasta los chistes pedagógicos que mis profesores de la Universidad y en especial mi querido asesor de tesis supieron plasmar en mí con tanto cuidado, con tanto cariño. Celebro el día del maestro esperando que muchos sepan lo que es tener no sólo a una asesora de tesis de posgrado sino a una amiga con quien reír y llorar; deseando que sean muchos los jóvenes que encuentren la mano amiga y la sonrisa siempre cálida de un decano admirablemente humano en cierta oficina de la Universidad de Salamanca.

 

Gracias queridos profesores por dejarme estar en sus hombros, en hombros de gigantes.

 

Escrito por Erick Aguilar

Aprendiz de ser humano, viajero en capacitación, bibliófilo consumado y sociólogo consumido

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